Bordados con Historia: relatos de artefactos textiles en la cuenca del Baker

(franvidalv) #1

T


uvieron que pasar décadas para que Hilda Troncoso
Escobar (1967) retomara el bordado. Fue en 2018
cuando comenzó a bordar esta “carpeta”, la misma
que cubre su velador y le recuerda todos los días este talento
familiar que pasó tantos años silenciado. “Trabajé sin parar
desde los 11 hasta los 52 años. Entonces yo nunca me había
dado tiempo para nada, yo me retiré por querer vivir, porque
yo trabajaba desde las 9 de la mañana hasta las 9 de la noche”.
Entonces, su mamá, doña Eloísa, un día vino del campo al
pueblo y le entregó una tela con el borde “costurado” a
máquina y con algunos diseños listos para bordar. “Me dibujó
dos pájaros, uno triste y uno contento, y me dijo: ‘Aquí tienes
para un año’, y yo empecé a bordar y me empezó a resultar.
Cuando vino al mes siguiente, yo lo tenía todo hecho y ella no
me creyó. Me dijo: ‘Hilda, no lo hiciste tú’. ¿Por qué no lo hice
yo? ¿Por qué quedó bonito? Yo necesitaba que ella me dijera
eso. Sí, me dijo, porque está muy bonito, las flores están boni-
tas y ni a mí me quedan así”.


A pesar de haber sentido que su mamá no le creyó del todo,
Hilda siguió bordando la carpeta entre turquesas, rosados,
morados, amarillos y verdes. Después de los pájaros, vinieron
ramos de flores: malvones, pensamientos y clarines que crecen
en el jardín de su chacra y en el campo de doña Eloísa.

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