sostiene fue hecho por su papá, en madera de ciprés, aserra-
da a brazos por él mismo. Mientras, Luisa se encargó de selec-
cionar y lavar la lana en el río, para poder contar con los tonos
blancos, cafés y negros de las ovejas. “Después hilé el hilo a
huso, lo junté de a dos hebritas y lo torcí. Armé el telar y me
puse a tejer la parte blanca del fondo”.
Por esos años, su mamá, Elisa, le compartió un retazo de un
delantal viejo para poder incorporar tela a un borde del
cuadro, la cual unió con máquina de coser. Como maestra
bordadora, también la guió en los diseños que componían
su obra. “Le pedí ayuda, porque era experta en hacer caballos,
ella me daba las instrucciones. No se podía marcar con la lana,