Ernestina Urrutia Jeréz proviene de una familia numerosa.
Nació el 28 de abril de 1957, cerca de Cochrane, en el sector
del río Maitén, junto a su gemelo, Arzobindo. Ambos llegaron
al mundo con la ayuda de su papá, que asistió a su madre,
doña Berta Jerez, en el parto. El campo quedaba tan aislado
que era muy difícil lograr que una partera llegara hasta allá.
“Donde vivíamos era muy sacrificada la vida. Era difícil salir,
solo se podía a caballo y con pilcheros, y el camino era malo
malo”, relata Ernestina. Por esta razón, recuerda, sus padres se
organizaban para salir a comprar víveres solo una vez al año. La
travesía era compleja. Debían sacar con pilcheros la lana que
obtenían de sus ovejas, llevarla hasta Puerto Bertrand, embar-
carla rumbo a Chile Chico y allá venderla para poder comprar
los alimentos para toda la familia.
Fueron nueve hermanos en total. “Yo soy la única mujer, de los
seis que quedamos vivos, los otros son todos hombres”,
relata. Quizás por eso su mamá no debe haber tenido tanto
tiempo para dedicarse a bordar, piensa. Ernestina fue la única
que aprendió el oficio. “Por ser mujer”, comenta, quedando
claro en su discurso que esta sería una tradición para manos
femeninas solamente.
LA ÚNICA MUJER
DE LA FAMILIA