Bordados con historia: relatos de artefactos textiles en la cuenca del Baker

(franvidalv) #1
Nada queda al azar
“No paré nunca

más de bordar”


Sus primeras puntadas las dio durante su infancia en
tierras Araucanas, en la Escuela Básica Municipal Grupo
Escolar Darío Salas, en Carahue, durante las horas de labo-
res que tenían una o dos veces por semana hombres y mu-
jeres en conjunto. “La profesora que nos enseñaba, era
una señora ya mayor.


Ella partía enseñándonos a nosotras en un muestrario de
puntos que ella llamaba”. Los hilos de algodón en esa época
no alcanzaban para todos, eran escasos y difíciles de conse-
guir, no quedaba más que aprender con hilos de lana. “Ahí
conocí el punto sombra. El pespunte era el que más se utiliza-
ba, el punto relleno, el punto cadeneta, el punto de atrás”, los
cuales la acompañan hasta el día de hoy en sus piezas borda-
das. “Esta tarea era una nota. Dependiendo de cómo tu lo
hicieras y lo presentaras. En esos años lo presentábamos en
un paño de algodón, que eran las bolsas donde venía la
harina, que las abuelas las lavaban, les ponían un poco de
cloro y quedaban blanquísimas, y con eso se hacían esos bor-
dados. No era un paño específico, un lino o un lienzo, era
cualquier tela que tuvieras en tu casa”.


Prolija ante todo, se preocupa que tanto el revés como el
derecho se encuentren presentables, iniciando y finiquitando
delicadamente cada puntada. “Cuando termino, saco mi hilo,
lo meto ahí y lo paso por debajo. Y paso la hebra acá y lo corto
a ras. Entonces nunca se va a ver por dónde inicié y por donde
salí”, agrega, demostrando cómo se ocupa hasta del más
mínimo detalle.


Todo lo que Jeanette pillaba en la casa de sus queridos abue-
los, Adelina Fica y Aniceto Jara, lo bordaba. “Cuando yo dije,
sí, soy capaz de bordar, yo creo que debo haber tenido 9 a 10
años, y no paré nunca más”. Después, cuenta que uno de sus
tíos se casó con una joven liceana y ella bordaba. “Yo creo que
fue quien me dio el empujón final para que esto lo adopte y lo
pueda seguir haciendo. Fue mi gran maestra”, recuerda.

En su camino como bordadora, ha continuado siempre desa-
rrollándose y perfeccionándose, explorando también el apren-
dizaje autodidacta, por ejemplo, a través de internet. Entre las
bordadoras de Cochrane, Jeanette es de las pocas que utiliza
esta fuente de inspiración. “Cada vez que voy al pueblo, en
lugar de ver una película yo veo esto”, dice refiriéndose a la
búsqueda de nuevos motivos bordados que se suman a su
colección ya existente. Apenas tiene señal de internet, aprove-
cha la oportunidad para aprender.

“Hay señoras que yo admiro muchísimo, que de la nada
bordan. Toman aguja, toman hilo y empiezan a tirar líneas, a
tirar el hilo y sale algo. Yo no puedo hacer eso”, cuenta Jeane-
tte, quien reconoce haber aprendido otros métodos. Recuerda
que la profesora de labores la hacía escoger entre motivos
existentes, los que luego traspasaba a la tela con la ayuda del
papel calco. De este modo, el dibujo no fue una tarea a la cual
tuvo que enfrentarse. “Si tu me pasas un lápiz y me dices dibu-
jame una flor, yo no soy capaz de dibujar una flor”, comenta. Su
proceso creativo se habría enfocado en componer motivos
utilizando ramos de por aquí y por allá hasta satisfacer sus
expectativas. “A medida que los voy traspasando al papel, al
género, los puedo ir modificando. Puedo agregar algo y sim-
plificar lo que venga muy recargado: más o menos pétalos,
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