Bordados con historia: relatos de artefactos textiles en la cuenca del Baker

(franvidalv) #1

C


uando la primavera se asoma y las tardes de
luz se extienden, Dominga Fresia Cruces
Riquelme (1939) suele sentarse a bordar bajo
la sombra “de un álamo grande”, en el patio de su
casa en Cochrane. “En cualquier rato que tenga
libre”, va imaginando los ramos de flores y marcán-
dolos directo a la tela. "A mí si se me ocurría hacer
un dibujo, lo bordaba y listo", comenta. Sin seguir
moldes y tampoco las formas de la naturaleza que
la rodea, sus diseños son una invención propia.

En este rincón nació una de sus últimas creaciones:
un mantel de comedor que –con buena suerte–
pudo encontrar en la ropa usada del pueblo. Un
textil que logró tener una segunda vida en las
manos de esta bordadora, quien afanosa decoró
con ramos de flores granates y anaranjadas sus
cuatro esquinas, respetando el espacio libre del
centro. Numerosos almuerzos familiares se han
posado sobre este artefacto hogareño, dejando
huellas visibles de lo acontecido.

Con su voz suave, Fresia –como prefiere que la
llamen– va relatando: “Veo el paño y digo: ‘Con
una florcita cómo quedaría de lindo’. Una flor ahí,
otra allá, otra al medio”. Así va imaginando los mo-
tivos a desplegar sobre la tela. Este mantel en par-
ticular fue bordado a dos hebras en una variedad
de puntos donde prevalece el punto atrás. Rellenó
cada ramito con esmero hasta terminarlo, para
luego proyectar a modo espejo el siguiente ramito,
bordando con toda la calma que expresan sus
manos experimentadas.

El centro de cada flor es el broche de oro. Punto
festón circular y tres gusanitos atraen las miradas y
las manos, que no se aguantan de tocarlo. Al igual
que un jardín, donde ninguna flor es igual a la otra,
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