Observando la
flora nativa
“En el campo hay muchas flores, por aquí y por todo lados
hay. Hay algunas muy bonitas”, comenta Rosa. La inspira-
ción de sus bordados ha provenido siempre de la naturale-
za y, a diferencia de la gran mayoría de las bordadoras de
la zona que eligen las flores plantadas en sus jardines,
Rosa también fija su atención en las especies nativas. “Hay
unas florcitas que son blancas y que tienen unas pintitas
rosadas, les dicen ‘juanitas’. Salen en la montaña en prima-
vera. Hay otras que son blancas por fuera, como la flor de
la manzanilla, pero adentro son amarillas”. También la flor
del ciruelillo (notro) y de los chilcos que crecen en sus
tierras. “Cuando yo encuentro algo que me gusta, trato de
hacerlo”, traduciendo a hilos de colores sus gustos e
impresiones orgánicas, como suele hacer con los “bichi-
tos” (pajaritos). Picaflores y golondrinas han pasado por
sus telas, aunque esos bordados forman parte de la colec-
ción que se llevó el incendio.
En ocasiones, Rosa acude a su imaginación. “Esto lo inven-
to yo no más, son unas florcitas”, mientras va explicando
de dónde vienen los motivos de sus obras. Espontánea-
mente, a veces, comienza a bordar directamente sobre la
tela, y otras, dibuja sobre esta para guiar sus puntadas y
componer así un jardín tan único como personal.