Once cuentos

(Albert Durall Moysset) #1

A.5 ARMAS


En cierta ocasión, un espía americano destinado en
Estambul, sin tener conciencia de lo que hacía, bebió el
elixir de la verdad de la mano de Fátima (una bailarina
exuberante que, de vez en cuando, tenía que fornicar con
extranjeros para llegar a fin de mes).


El elixir milagroso, -que curaba a los mentirosos, durante
unas horas-, había sido mezclado con Whisky, -en la
pequeña botella plateada de los licores-, que el agente de
la CIA siempre llevaba en el bolsillo. George, -así se
llamaba aquel actor frustrado que se hacía pasar por
profesor de inglés-, había estado bebiendo, pues
añoraba, terriblemente, su ciudad natal: Corona, CA.


Fátima, desnuda, le hablaba dulcemente, mientras
George fumaba un caliqueño del Turquestán, estirado en
la cama de la residencia donde se alojan los docentes.



  • George, hablemos de tu país. ¿Cómo es la vida allí?

  • Norteamérica es un país limpio, enorme, salvaje y
    fantástico (si lo comparamos en el resto de las naciones
    del mundo).

  • Quiero saber cosas de tu ciudad. ¿Es grande Corona?

  • Corona es una ciudad más bien pequeña, pero todo el
    mundo es rico.

  • ¿Todo el mundo?

  • Si... Salvo las mujeres de la cárcel.

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