Los falsificadores ciegos

(Albert Durall Moysset) #1

  • Estos perros me procuran comida y me indican donde
    hay una fuente. ¿Para qué quiero llevar peso? Ni siquiera
    tengo bolsillos donde meter esas piezas frías (por las que,
    muchos enfermos, están dispuestos a matar).

  • “Yo mismo”-, pensó Polinices, pero, guardó silencio.
    Entonces, recordó las palabras que, cierta vez, le dijo su
    hermana menor: “Hermano, eres un ladrón asesino que
    se hace pasar por funcionario de Atenas”. ¿Cómo narices
    habría notado su hermana que, en secreto, había
    provocado la muerte a más de uno? - se preguntó.


Los perros se levantaron del suelo y le ladraron a
Diógenes. El meteco también se levantó y le dio la
espalda a Polinices.


Seguir hablando era innecesario. El aprendiz de perro se
fue, en silencio, seguido alegremente por sus amigos
cuadrúpedos.

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