Ánforas de musgo y barro,
pintadas con polvo de destierro,
dulce cicuta en la lengua del tirano Filipo,
mezclada por su esposa, Audata,
(con mala intención),
en montones de aceitunas negras,
que alimentan a Poseidón.
Heridos trirremes de madera robada,
en las laderas secas de Heraclion.
Tinajas que huelen a encierro,
lucha codiciosa entre vírgenes,
rumores para hundir a Antístenes,
el aprendiz de Sócrates,
y de un simple perro.
¡Síguele a él y no al tirano!
Y dejarás de ser corrupto,
gracias a los kynikos,
y al conocimiento abrupto.
(¡A no ser, hermano,
Que te taponen el ano).