Los falsificadores ciegos

(Albert Durall Moysset) #1

VIII.


Cierta mañana, cuando Diógenes roía almendra seca bajo
un desgreñado ciprés, -cerca del templo de Efestion-,
escuchó, casualmente, a Agamenón y a Cicerón, hablar
sobre el sistema político.



  • La organización democrática de la polis no es mejor ni
    peor... - Afirmaba Agamenón.

  • ¿No me dirás qué te parece bien la tiranía?

  • Entiéndeme bien Cicerón: Lo importante es la
    honestidad del que gobierna y no el tipo de organización.

  • No te entiendo bien.

  • Si el tirano no es honesto, todos los que están por
    debajo, seguirán sus pasos... Y si el arconte, - elegido
    democráticamente-, es un hombre corrupto, todos los
    ciudadanos sufrirán las consecuencias. De modo que, lo
    importante es la virtud del que gobierna, ya sea un tirano
    o un ciudadano electo.

  • Puede ser. Pero yo veo una ventaja fundamental en la
    democracia: Si el arconte resulta ser un hombre corrupto
    o un inepto, se le puede substituir sin tener que dar un
    golpe de Estado. Sin revoluciones y sangre. ¿Entiendes
    Agamenón?


En ese punto de la conversación Diógenes intervino con la
siguiente observación:

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