hombre socializado. En cambio, la simplicidad de la
mente del perro, lo mantiene, sin esfuerzo, en contacto
directo (o unido) al todo. No hay separación entre el todo
y el perro. Cualquier animal o vegetal es un cúmulo de
energía, sin interferencia mental. Las facultades y
procesos mentales del humano educado como humano ,
en cambio, le separan, ilusoriamente, de la naturaleza, de
la espontaneidad. En la mente humana se produce la
ilusión de la separación. La mente humana es
condicionada, “programada” por los progenitores o
tutores.
- ¿La educación nos “separa”?
- Si. A ti te han dado un nombre propio, ¿Verdad?
(Al perro, en cambio, no).
El hombre interpreta que es un individuo único en un
mundo lleno de objetos que realizan acciones. El perro no
se interpreta cómo individuo. Esa interpretación es
ilusoria, y solo sucede si nos enseñan o programan para
que creamos que somos ese nombre propio. Si no
cometiéramos ese error de interpretación, seríamos
incapaces de proyectar, construir o destruir un
acueducto, un trirreme o un ánfora. Ni siquiera nos
interpretaríamos cómo “hombre” o cómo “mujer”. En
ningún caso, nos veríamos cómo seres individuales.
- ¿Y que hay de malo en creer que uno es un individuo?
- No es ni bueno, ni malo... Sin embargo, no es la realidad.
Es solo una convención humana que terminamos por