Fue precisamente un Domingo
por las mañana con sus amigos
de Karawanzine cuando dio su
último recital. Organizaron una
intervención poética en el met-
ro, se subieron a los vagones y
recitaron, porque eso han de
hacer los poetas recitar en el
metro, en todas partes y Rodrigo
recitaba y se aseguraba de que
nosotros también recitáramos.
En el tintero se quedaron
proyectos tal que el Segundo
premio de poesía Poetodos, La
Máquina de Hartu! (Máquina
expendedora de arte) o aquella
idea de usar Carcasas antiguas
de teléfonos móviles como re-
ceptáculos de poesía, libros
que ya no serán o serán de otra
manera ahora que Rodrigo no
está.
Nos consta que algunos de sus
amigos y colaboradores han
hecho realidad los proyectos de
los que hablamos en el párra-
fo anterior, pero sencillamente
no sabemos que más sorpresas
había ese genio imaginado para
el mundo.
Sus amigos y familia dicen de
él que era humilde y agradeci-
do; que era un gran trabajador,
un organizador nato. Dicen que
más que un agitador cultural
era un activista, que era apasio-
nado, incluso tímido. Dicen que
creaba familia, que era genero-
so, que estaba siempre dispues-
to a perdonar. Dicen que sabía
dar las gracias y que lo hacía a
menudo sin dificultad. Por todo
lo que fuiste, eres y serás: Gra-
cias a ti, Rodrigo.
Por F R