karawanzine

(karawanzine poeticopX_bn9) #1

Y


si me olvidase del yo, si dejase paso a un
nosotros, porque uno cuando escribe es víctima
del momento histórico en el que vive, aunque
esto es una obviedad siempre uno se lo tiene que
repetir. Lo particular no es tan particular, para que
uno escriba (A) alguien tiene que haber llegado
a escribir (A), así que uno cuando escribe lo hace
como si fuese una suma de otros que estuvieron ya
aquí, lo hace siendo consciente de que pertenece a
un episodio concreto de la elíptica historia.
Según estas premisas uno está conectado al
pasado inevitablemente y al presente que le toca
vivir. Si escribo “yo nací en el 1979” se que no fui
el único que nació en el 1979 y que cuando uno
nace en esa fecha sabe que se produjeron unos
hechos que conformaron todo un entramado
de acontecimientos y avances que cambiaron
el devenir y los hábitos de las personas nacidas
en esa generación dotando a la misma de una
idiosincrasia propia o unas características
generalizadoras con las que poder analizarla.
Utilizando la primera persona del singular uno
no puede escapar sin querer de la impronta
generacional y utilizando la primera persona del
plural está asumiendo o evidenciando los dictados
propios de los episodios históricos en los que vive.
Ambas elecciones serían válidas para narrar lo que
quiero contar a continuación pero me he decantado
por la primera persona del singular no vaya a ser
que alguien se sienta molesto, alguien que nacido
en 1979 no se vea acompañado o representado en
lo particular de quien escribe o en lo generacional
de lo que así que narra.
Nací un 16 de junio de 1979, soy un varón blanco,
caucásico, heterosexual, la tradición judeocristiana
vertebra mi ética aunque reniegue de ello.
Me crié en un entorno rural de un pueblo del sur
de Europa hasta que emigré a la ciudad en la que
resido por estudios y trabajo.
Cerca de donde vivo había una cárcel, allí la
dictadura enviaba a la disidencia política, a los
locos, a los poetas, a las desviadas, a los gitanos y
a los maricas. Se mataba y se torturaba bajo sus
paredes. Cerró dos años antes de llegar el nuevo
milenio.
Ahora cerca de la cárcel que cerró, a escasos pocos
metros, hay una nueva cárcel donde encierran a
las personas migrantes que no tienen papeles de
residencia ni un permiso de trabajo en regla.
Tenía razón mi abuela cuando me decía que los

tiempos no cambian, que son las personas las que
lo hacen, seguía haciendo el mismo el sol, la misma
lluvia, por mucha reforma que hiciesen en sus
edificios o en el color de sus trajes seguían siendo
ellos, las huellas de los dinosaurios no desparecen
tan rápido de las calles.
Al haber nacido en 1979 soy lo que se llama un
hijo de la democracia, nacido bajo las huellas de
los dinosaurios, en mitad de una lucha de sables y
pactos con pistolas sobre las mesas.
Era la época de la guerra fría, en los colegios en
todas las aulas había un crucifijo y la fotografía de
un rey.
Mi educación sexual fue la pornografía. Mi primera
paja me la hice con un catálogo de ropa a domicilio.
Era la sección de lencería, allí salían mujeres con
diferentes modelos de ropa interior, nunca había
visto algo así en mi vida, tenía 13 años, era verano,
estaba solo en casa. A los días un amigo le quitó a su
padre del garaje una revista porno, tres amigos nos
fuimos a un pinar a verla, nadie hasta entonces nos
había ilustrado que era lo que hacían un hombre y
una mujer cuando se desnudaban.
La última vez que se me rompió la pantalla del
móvil fue masturbándome.
Llegaba a casa, era de noche, no podía dormir,
estaba solo.
-¿Quién no lo hace?
Mujeres y hombres, no hay género, siempre viene
bien una paja para el insomnio.
Busqué al azar en una conocida página porno,
me tumbé en la cama, le di al play y me coloqué
los cascos. Siempre me gusta escuchar las
respiraciones, lo jadeos y los gritos de placer que
ocurren en las escenas, como si fuese un voyeaur
mirando a través de una cerradura y escuchase lo
que están haciendo tras la puerta.
Lo que empezó como una escena habitual en
este tipo de videos acabo convirtiéndose en algo
violento que mi mirada no pudo aguantar.
Era un varón quien tomaba la iniciativa, primero
fue un escupitajo a la cara, después varias
bofetadas sobre el rostro y finalmente le agarró
del cuello en clara disposición de asfixia. En ese
preciso momento lancé el móvil al aire.
Supongo que habrá personas que disfruten
con ese tipo de sexo. La violencia y el sexo me
recuerda bastante aquel ejercicio psiconalítico
que realizó Pasolini en la película “Saló o los 120
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