A la salida, en una esquina hay un bote que dice basura, tomó el teléfono que
Estela me dio y lo lanzó ahí. Según ella esto sirve para conectar.
¡Jamás había visto a la gente tan desconectada!
Esos dispositivos parecen pequeñas mentes, aunque me pregunto. ¿Ellos piensan a
través de esas máquinas o son esas máquinas quienes piensan por ellos?
Llego a un pequeño parque donde hay algunos adolescentes jugando, de repente se
sienta una a mi lado y se me queda mirando extrañada, al rato pregunta:
¿Tú no eres de aquí, ¿verdad?
¡Tienes razón, no lo soy!
¿Te puedo hacer una pregunta?
¡Claro!
Note una profunda tristeza en sus ojos mientras miraba a un muchacho que
abrazaba a una chica.
¿Puedes amar algo cuando te rompen el corazón?
¡Eso creo!
¿Cómo estás tan seguro? Pregunta.
¡Verás! Las cosas rotas, por lo que he aprendido en este lugar, no suelen funcionar.
Una pequeña luz brilla en sus pupilas, antes de irse me regala una sonrisa.
Ya es tarde, voy caminando de regreso, se hace de noche, cuando miro arriba no
veo ninguna estrella. Estas personas necesitan tanta luz en la tierra, que olvidan la
belleza de esos pequeños puntos en el cielo. Supongo que le temen a la oscuridad.
Con un chasquido de mis dedos, de pronto todo se apaga.
¡Mucho mejor!