Interior n47 issuu

(revistasoberaniaalimentariayRiHoK) #1

D


esde su creación, la FNCA ha contado entre sus
integrantes con profesionales en materia agra-
ria, que se dedican tanto al conocimiento cien-
tífico como a la gestión de agua y regadío. Siempre
se ha llevado a cabo un análisis y una valoración
crítica de las relaciones entre agricultura y agua,
tratando de poner luz en que se perciba que no
existe un solo tipo de regadío, sino una multiplici-
dad de modelos, cada uno con un perfil ambiental
y social distinto que no se deberían mezclar en los
análisis.

¿Qué opinión te merece el tratamiento
del tema del agua y los regadíos por
parte de los medios de comunicación,
ahora que ha estado de actualidad
por diferentes motivos?
El tratamiento mayoritario del tema por parte
de los medios es convencional, pero vemos sig-
nos de avance. Hace veinte años, las posiciones
críticas con la línea de la gestión de la demanda
y de admitir los límites del crecimiento en el
ámbito agrario apenas aparecían en los medios;
en cambio, ahora sí lo hacen. Por eso hay debate,
reacciones y una exacerbación de las posiciones
que quieren ir adelante pase lo que pase, negando
la realidad. Cada vez hay más parte de la ciu-
dadanía que entiende que el beneficio de unos
pocos no puede ser a costa de ocasionar grandes
daños colectivos y públicos en forma de facturas
ambientales y sociales: acuíferos sobreexplotados,
suelos contaminados, Doñana al borde de la des-
aparición... Eso empieza a permear en los medios
de comunicación. El grueso de las informaciones,
de todas formas, es muy convencional, mete a
toda la agricultura en el mismo saco y considera
que el problema es que no llueve y que el sector
agrario no tiene nada que cambiar, solo exigir ayu-
das económicas.

Falsas soluciones para la
óptima gestión del agua
Elaboramos hace un par de años un proyecto
llamado «Desmontando falacias sobre agua y cam-
bio climático». Una de ellas es que frente al cambio
climático hacen falta más embalses y trasvases.
Esto es falso. Tenemos una de las mayores propor-
ciones del mundo de grandes embalses y presas
por habitante y por km². Lo que falta no son embal-
ses, sino agua para llenarlos. Hay embalses que no
se han llenado nunca y que ya no se van a llenar,
cada vez vamos a tener más obra ociosa.

Otra de las falacias es que la modernización es
la principal medida de adaptación del regadío al
cambio climático. Hay un amplio consenso cien-
tífico a nivel internacional que demuestra que la
modernización de regadíos no ahorra agua, sino
que con frecuencia aumenta su consumo, en un
efecto rebote. El principal consumo de agua de
un cultivo se debe fundamentalmente a lo que
evapotranspira. En la medida en que se reducen
marcos de plantación o se aumentan cosechas al
año —en el campo de Cartagena se han llegado
a sacar cuatro cosechas al año de lechuga—, se
multiplica el flujo de evapotranspiración. Utilizar
lo que antes era retorno de riego para meter más
kilos por hectárea significa que estamos expor-
tando más agua desde el sistema de cuenca a la
atmósfera, por eso el resultado final es un incre-
mento total del consumo de agua después de la
modernización de regadíos. Esa agua volverá en
forma de lluvia, sí, pero en general no dentro del
mismo sistema convectivo local. En la práctica la
habremos perdido. Los regadíos históricos conec-
tados a un río y que reparten el agua por grave-
dad son los más sostenibles porque no emplean
energía y en este contexto de crisis energética los
vamos a echar de menos. Además, no desperdi-
ciaban nada de agua porque la que no consumía
el cultivo volvía al río y estaba disponible para
su funcionamiento ecológico y para el siguiente
regadío aguas abajo. El desperdicio de agua hay
que analizarlo a escala de sistema, no a escala de
parcela.

Cada vez hay


más parte de la


ciudadanía que


entiende que el


beneficio de unos


pocos no puede ser


a costa de ocasionar


grandes daños


colectivos y públicos.


Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y culturas #47


24

Free download pdf