Interior n47 issuu

(revistasoberaniaalimentariayRiHoK) #1
serranos, nos bastaría para que el ganado
beba y atender a su cuidado.
Pero, por ejemplo, cuando bajamos de la
sierra encontramos nuevas plantaciones de
almendros y olivos en riego superintensivo,
¡agua de la sierra para estos árboles que a
lo largo de milenios han “aprendido” a pro-
ducir con la errática pluviometría de nues-
tra zona!... y ahora los vemos cargados de
almendras o aceitunas que serán exporta-
das a países más ricos y más húmedos que
el nuestro.
Se nos acumula la tarea de adaptarnos
al cambio climático que ya nos azota y que
otros ¡todavía se permiten negar!
Yo he vendido 40 cerdos de un año por-
que no puedo darles de comer a base solo
de pienso, y tampoco sé si habrá buena
montanera este otoño, ¿serán capaces de
engordar las bellotas estas heroicas encinas
y alcornoques? Deseamos al menos que
resistan y esperamos tiempos mejores. La
vida es potente y generosa, y mis cerdas
de cría repondrán encantadas, con nuevas
camadas de lechones, el ganado del que hoy
me desprendo.
Y los ganaderos y las ganaderas de exten-
sivo ¿resistiremos?, si no somos capaces de
resistir, los pueblos serranos, el paisaje y su
biodiversidad, el clima, y también la salud y
la gastronomía sufrirán otro duro golpe. Si
la ganadería extensiva de hoy desaparece,
habrá que volverla a inventar, para evitar
incendios, para comer bien y para recupe-
rar los vínculos que aún conserva nuestra
sociedad con la naturaleza.

Ganadera de extensivo

S


oy ganadera de extensivo, tengo una
pequeña finca de dehesa en la Sierra
Norte de Sevilla. Crío cerdos ibéricos
100 %, corderos y cabritos; vendo carne en
venta directa y elaboro embutidos y cocina-
dos a partir de nuestras carnes, todo ello en
producción agroecológica.
Estamos pasando por la más grande
sequía que he conocido (y he conocido ya
muchas). El porcentaje de personas que
vivimos en el medio rural no llega al 15 % y
solo una parte nos dedicamos a la agricul-
tura y la ganadería, pero esta circunstancia
de sequía que nos afecta directamente hace
que la brecha entre el mundo urbano y el
rural se manifieste de manera intensa.
Para nosotros, ganaderos y ganaderas
de extensivo, nuestra agua es la lluvia. La
lluvia es nuestra comida y nuestra bebida,
porque si no llueve no crece el pasto ni
engordan las bellotas ni ningún otro fruto
de la tierra. Esta es la comida de nuestros
animales. Sin lluvia no corren los arroyos
ni se llenan las charcas ni se recuperan los
veneros, donde beben nuestros animales
y donde también se refugian del calor y
se refrescan. La lluvia es también nuestra
comida y nuestra bebida si compartimos
con ellos la vida en el campo.
En la ganadería extensiva se nos acumu-
lan los agravios comparativos con aquellos
para los que el agua es ese líquido barato
que sale siempre, independientemente de
lo que pase climáticamente, por el grifo que
abren: los urbanitas, los industriales de las
macrogranjas, los regantes... La adminis-
tración es sorda a nuestras necesidades,
no sabe y no contesta a nuestras solicitu-
des de almacenar agua del cauce de los
arroyos cuando corren en invierno o hacer
pantanetas y charcas para recoger agua
cuando llueve. Con solo un 0,5 % del agua
que puede discurrir por nuestros territorios

Y la ganadería extensiva ¿resistirá?


PALABRA DE CAMPO

Carmen Bendala

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