—¡Alerta a todas las unidades! ¡Tenemos un código rojo! ¡El
sospechoso es un joven de aproximadamente veinte años! ¡Tiene el cabello
gris y los ojos del mismo color! ¡Lleva puesto el uniforme de la universidad
Atle! ¡Es muy peligroso! ¡Repito a todas las unidades! ¡El sospechoso es
muy peligroso! ¡Se ordena la contención inmediata del sujeto!
Cleman dejó atrás al oficial y se dirigió al vehículo de policía. El
agente que había ido tras Morgan, lo perdió de vista a causa de la multitud.
El detective se comunicó con Belton para que lo rastreara por medio de las
cámaras de seguridad de las calles. Robert calculó que el chico no debía
estar muy lejos, concluyendo que por la velocidad en la que huyó, él estaría
a unas ocho o nueve calles.
Después de unos treinta minutos, su amigo Belton le informó que
Morgan fue visto por última vez entrando a una tienda de aparatos
tecnológicos, aunque ya no se lo vio salir de allí. Cleman se dirigió
inmediatamente al lugar, guiado por Belton. Al llegar al local vio a un
hombre en el mostrador discutiendo con dos policías.
—¡En serio, oficiales! ¡Yo no he visto a ese joven! —El empleado
estaba muy alterado al verse presionado por los policías—. Solamente tuve
unos pocos clientes, y ninguno encaja con la descripción que ustedes me
brindan.
—¡Al sospechoso se lo vio entrando a esta tienda! —gritó uno de
los policías muy enojado.
Ese grito intimidó aún más al empleado.
—A ver, señores, cálmense y déjenmelo a mí —dijo Cleman en
tanto los oficiales voltearon a verlo.
Uno de ellos saludó: ¡detective Cleman! ¡Mucho gust...
—Sí, sí... Mejor dejemos las presentaciones para más tarde —
expresó impaciente.
Este se acercó al mostrador y ambos policías le abrieron paso.
Cleman miró al empleado.
—Mucho gusto, joven. Lamento que estos ineptos te hayan
maltratado, ¿podría pedirte un favor?