—¡Sss... sí!, ¡con gusto!... ¡Claro que sí, señor! ¿En qué puedo serle
útil?
—Me gustaría ver las grabaciones de las cámaras del circuito
cerrado... Concretamente las de hace una hora —dijo él con una sonrisa.
—Con gusto... Por favor, pasen —respondió el joven, mientras
guiaba a Cleman y a los dos policías a una habitación pequeña. El cuarto
contenía ocho pantallas de última generación, y un escritorio táctil
avanzado.
—¡Uff! Necesitamos una de estas en el departamento de policía —
dijo uno de los oficiales al ver las pantallas, codeando a su compañero.
El otro, al percatarse de que Cleman los observaba con asco a
ambos, lo miró avergonzado. Después de estar revisando las pantallas por
unos cuantos minutos, el detective dijo: ¡ahí! ¡Ahí! ¡En la cámara 5!
¡Congela la imagen!
El empleado obedeció la orden. Cleman vio a Morgan entrar
cabizbajo al local.
—¡Ese es el sospechoso! —afirmó el detective.
Hmmm el chico ya no lleva el uniforme de la universidad, pensaba
Robert.
Los dos policías vieron al empleado con sospecha.
—¡Juro que no me percaté! ¡Lo juro! —se defendió el joven
agitando sus manos.
—Te creo, muchacho, pero por lo que veo eres bastante despistado
—expresó Cleman mientras seguía observando con seriedad las
grabaciones.
—El chico entró al sanitario. Lamentablemente ahí no hay cámaras
de vigilancia —alegó el empleado apenado.
—Lo sé, lo sé —dijo el detective.
Él seguía analizando las grabaciones, miraba los movimientos de
todos y observando seriamente las pantallas mientras frotaba su barba de
manera pensativa.