—El joven ya no sale del baño... —Cleman tenía una mirada
indagadora. De repente, el detective señaló a Samuel en el monitor—. ¿Y
ese otro chico? ¿Quién es?
—¡Ah! Ese fue un cliente a quien derramé accidentalmente mi
refresco —respondió el empleado, rascándose la frente con una sonrisa
avergonzada.
—Ya veo.
Cleman pidió al empleado que acelerara el video, y mirando la
puerta del baño, concluyó.
—Hmm, como pensé, están tardando mucho. —El detective
entrecruzó sus brazos—. El sospechoso lleva como diez minutos ahí, lo cual
es razonable, pero desde que el otro cliente entró ya pasaron otros veinte
minutos... Ningún hombre tarda tanto en el baño.
—A no ser que seas un afeminado —bromeó entre risas uno de los
policías.
Los tres lo miraron con desaprobación, y este decidió esperar afuera
bastante avergonzado. Cleman, ya impaciente, volteó a observar de nuevo
las pantallas. Cuando de repente vio salir a Samuel junto a otro joven con
una sudadera encapuchada de color azul marino.
—¡Espera! ¡Pausa la imagen! —ordenó el detective. Luego preguntó
—: ¿Este último cliente iba en compañía de alguien más?
—Mmmm... no que yo sepa —dijo el empleado confundido.
—Entiendo. ¿Había alguien más en el baño antes de que ellos
ingresaran? —preguntó Cleman conectando ideas en su mente.
—No, estoy seguro de que a esa hora esos fueron los únicos clientes
que tuve —afirmó el joven, muy seguro de lo que decía.
—¡Lo sabía! ¡Y en nuestras narices! —exclamó el detective
saliendo apresurado de la sala de control.
Este sacó unos guantes del bolsillo, y después de colocárselos, se
dirigió al baño con prisa. El empleado y el policía se miraron confundidos,
así que fueron inmediatamente detrás de Robert. Sin embargo, cuando