estuvieron por llegar al sanitario, vieron al detective salir de ahí exhibiendo
la ropa de Morgan.
—Miren, no es que el sospechoso haya entrado y no haya salido. ¡Al
contrario! ¡Salió a la vista de todos!
—¿Eso que significa, detective Cleman? —preguntó el policía, con
el rostro confundido.
—Significa que el chico no está solo... —Cleman miró seriamente al
oficial—. El otro cliente... era un cómplice.
El empleado cayó hacia atrás al escuchar eso. El detective,
indiferente a la reacción exagerada del joven, se dispuso a colocar la ropa
en una bolsa, y dio órdenes específicas al agente.
—Lleven esta evidencia a que la examinen. Además quiero que
hagan un chequeo de todo el perímetro en un radio de cuatro mil metros.
Busquen en callejones, baños públicos y basureros. Busquen cualquier
indicio sospechoso. Algo me dice que el chico dejó el resto de su ropa en
las cercanías. ¡Y quiero que lo hagan ahora!
—¡A la orden! —expresó el policía saliendo de la tienda.
Mientras que el agente hablaba por su radio, Cleman llamó a Belton
solicitándole que rastreara al chico de sudadera azul y a su compañero. Al
cabo de unos veinte minutos, su amigo le devolvió la llamada informándole
que ambos chicos habían tomado un taxi, e inmediatamente le envió la
ubicación del último lugar en el que se los vio bajar del vehículo.
El detective Cleman subió al auto de policía, diciendo: ¡voy por
ustedes, hijos de perra!... ¡No escaparán!