Uno de los oficiales tomó su radio y comenzó a hablar con
presunción.
—¡Atención a todas las unidades! ¡Hemos dado con los
sospechosos! ¡Repito! ¡Los encontramos! ¡Estamos ubicados en las
inmediaciones de...!
Las cabezas de los policías impactaron por las paredes a ambos
lados de la callejuela. Segundos antes, los chicos habían visto a una silueta
saltar desde una de las ventanas cercanas. La persona, dando dos patadas
seguidas a las caras de los agentes, dejó inconscientes a ambos al instante.
Todo ocurrió muy rápido. En cuestión de segundos, la silueta había
hecho un movimiento giratorio en el aire antes de golpearlos. Esta no perdió
el equilibrio cuando realizó esa sorprendente maniobra, sino que cayó
perfectamente al suelo como si se tratara de un felino; su pie izquierdo, su
rodilla derecha, y los dedos de ambas manos, reposaban armoniosamente
sobre el pavimento.
Se trataba de una joven. Ella se incorporó lentamente del suelo, y
los chicos no podían creer lo que veían. Ambos estaban realmente
impactados. La chica vestía una sudadera de color verde oscuro, con una
capucha que cubría parcialmente su rostro.
Combinaba su prenda con unos pantalones negros de estilo militar,
junto a unas botas rústicas de suela plana. La misteriosa joven permanecía
con la cabeza inclinada y la mirada fija en el suelo.
De pronto caminó en dirección a Sam sin alzar la vista. Ella era un
poco más baja que los chicos; como de cinco pies y seis pulgadas. Cuando
estuvo frente a él, sin siquiera mirarlo, le dio una orden.
—Dámelas.
—¿Q-Qu... Qué? —preguntó Samuel.
Ella extendía el brazo con la mano abierta, esperando recibir algo.
—Las llaves del vehículo... ¡Dámelas! —insistió sin levantar la
vista.
Samuel las sacó de su bolsillo y se las entregó con la mano
temblorosa. La chica caminó hasta el auto de policía y se dispuso a abrir la
cajuela. Luego arrastró a los oficiales, y después de haberles quitado sus