—¡S-Se... Señor, Boldort Raxán! ¿¡Usted qué está haciendo aquí!?
—preguntó Samuel, inclinando la cabeza en señal de reverencia.
—Dejemos las formalidades —dijo él sonriendo y haciendo girar su
copa de vino.
Morgan seguía en su sitio sin hacer ningún movimiento, pero su
rostro expresaba mucho asombro y confusión. Boldort dejó la copa encima
de la mesa, se levantó de la silla revelando su gran altura de 180
centímetros y luego se acercó a él.
—Al fin nos conocemos en persona, Morgan.
El Raxán dibujaba una sonrisa en sus labios.
—Señor, yo no... no entiendo todo esto —confesó él, aún
confundido.
—Es normal que no lo comprendas, muchacho, después de todo lo
que te hicieron en el laboratorio.
—¿Laboratorio?... ¿Usted también?... ¿¡De qué está hablando!?
—Tú y yo somos parte de un experimento —afirmó Esmeralda
sacándose la capucha y dejando ver su rostro.
Los chicos voltearon a verla. Ella era una hermosa chica cuyos ojos
verdes combinaban perfectamente con el color de su cabello. Samuel quedó
cautivado por su belleza. Morgan solamente la miraba con asco. Él, cada
vez más confundido, preguntó: ¿experimentos? ¿A qué te refieres?...
asesina.
—¿Asesina?... ¿Y me lo dices tú? —Ella se acercó lo suficiente
como para que él retrocediera—. Ambos somos monstruos... y debes
aprender a vivir con eso.
—¡No!... ¡Yo no soy como tú! —insistió Morgan, todavía un poco
intimidado por ella.
—¡Ah! ¿En serio? —Esmeralda extendió su mano y pulsó un botón
de su pulsera proyectando una pantalla que mostraba cuatro fotos—.
¿Acaso no fuiste tú el que mató a estos chicos?
Morgan veía en el holograma los rostros de los jóvenes que habían
acosado a Bárbara. De pronto sintió náuseas y cubrió su boca con una de
sus manos mientras presionaba su abdomen con la otra.
—¿Cómo... tienes esas fotos? —preguntó consternado.