—Morgan, no todo es lo que parece. ¡Debes evitar esta catástrofe!...
¡Tienes que detener a Caluti!
Ella lo besó, y al instante Morgan fue transportado a un espacio
negro en donde miles de eventos de su vida fueron transcurriendo en pocos
segundos. Eran imágenes que aparecían una tras otra, como pequeños
cuadros coloridos discurriendo con rapidez. En ellos vio su niñez, su vida
pacífica en Limaria, el trabajo de leñador con su padre, y las visitas de su
tío con sus típicas clases particulares. También vio a su novia Abigail en sus
paseos rutinarios por ese sendero. Observó el accidente en aquel día
lluvioso, rememoró la gresca con los chicos en Atle y la pelea con el
detective Cleman.
Morgan lo recordó todo, pero justo antes de abrir los ojos, él
distinguió a tres siluetas en la cima de una especie de torre, rodeada de un
vasto bosque. De esas tres siluetas, dos eran grandes y robustas, mientras
que la del medio era más pequeña. Entonces vio cómo la silueta que estaba
en medio caía de la torre con una daga atravesando su pecho, mientras que
una cuarta silueta lo observaba desde arriba. Luego de eso despertó
respirando con dificultad, empapado en sudor y lágrimas. Samuel y
Esmeralda lo miraban preocupados.
—¡Morgan! ¿¡E-Estás bien!? —preguntó Sam.
—Al fin despiertas —comentó ella.
—Pasaron ocho horas desde que te desmayaste. Ahora mismo son
las nueve de la noche —dijo Samuel.
Morgan solo se limitó a pronunciar unas palabras.
—Lo recuerdo todo.