El chico se incorporó a un lado de la cama, se quitó la sudadera y
secó sus lágrimas. Samuel y Esmeralda estaban parados frente a él y lo
miraban expectantes, pues percibían un cambio en Morgan; había
desaparecido esa expresión de miedo que habitualmente tenía, siendo
sustituida por una mirada decidida. Sus ojos grises se opacaron y su rostro
se tornó serio. Él seguía sentado mirando sus manos. Samuel comprendió
que algo no andaba bien, sabía que su amigo ya no era el mismo.
—Morgan... ¿Eres Morgan... o FARAC? —preguntó él preocupado.
Esmeralda tomó su pistola eléctrica y le apuntó a la cabeza. El arma
se encontraba a solo unos centímetros de él.
—Si eres FARAC, e intentas hacer algo... Sabes que no dudaré en
dispa...
Antes de que ella pudiera terminar lo que estaba diciendo, Morgan
se apoderó del arma y le apuntó en la frente, dejándola pasmada por un
breve instante. Esmeralda volvió en sí y, al intentar moverse, el chico la
sostuvo inmediatamente del antebrazo para que no pudiese huir. La joven
quedó bastante expuesta y sin opciones de escapar. Samuel, estupefacto, no
sabía qué hacer, sino que solo alcanzó a titubear con miedo.
—Morgan... ¿Qué estás haciend...
—Dime, Esmeralda... ¿Qué es lo que harás? —preguntó Morgan
dejando caer el arma.
La pistola ni siquiera llegó a tocar el suelo cuando él tomó a la chica
del cuello. Debido a la velocidad de sus movimientos, ella no tuvo tiempo
de reaccionar. Esmeralda, sorprendida, llevó sus manos a las muñecas del
chico, intentando zafarse de su agarre. Morgan continuaba hablando.
—Ambos sabemos que no tienes oportunidad contra mí.
—¡FARAC, suéltala! —gritó Samuel desesperado.
Este lo ignoró y empezó a caminar hacia adelante arrastrando
consigo a la joven, quien comenzó a respirar con dificultad. Esta, queriendo
desligarse a toda costa, presionó aún más sus uñas contra las muñecas del
chico, pero al ser Morgan mucho más fuerte que ella, este consiguió
desplazarla hasta una pared. La espalda de Esmeralda impactó contra el
muro, y él se dispuso a levantarla con brusquedad. Ella agitaba sus piernas