EUMARIA

(AV) #1

Él los miró con delicadeza y cierta tristeza, luego se les acercó
intentando no asustarlos. Los infantes se abrazaron entre sí con mucho
temor. Calius reposó una de sus rodillas en el suelo, y agachándose, apoyó
su mano sobre la cabeza del niño de ojos grises.


—Mis pequeños, yo no puedo culpar a sus padres de que piensen de
esa manera. Es verdad que la mayoría de los xanderianos ven a los
pigmentados como a demonios, pero no todos pensamos igual. Yo creo que
ustedes son una hermosa creación, y un bello regalo del dios Xander.


Los ojos de algunos empezaron aguarse e inmediatamente
comenzaron a llorar.


—¡Quiero a mi mamita! —gritó una de las niñas.
—¡Extraño a mi papi! —exclamó otro, sollozando.
—¡Hermano! ¡Quiero ver a mi hermano! —Se lamentaba otra niña.
—¡Mataron a mi tío y lo quemaron! —decía otro niño, llorando
desconsoladamente.


Al principio siempre es difícil... Lloren, niños... Quiten todo el dolor
que tienen dentro, pensó el padre. Este miró a Loria, y ambos asintieron
como si se hablaran con la mirada. Ella, con la ayuda de otros niños de su
misma edad, guio a los nuevos hacia la zona de las cuevitas. Cruzaron el
puente y los bañó uno por uno. En ese lapso, Calius fue a la cueva principal
para alimentar a los caballos. También bajó la ropa limpia y la comida que
estaban en los vagones. Hizo eso con la ayuda de otros cuatro chicos.


Al cabo de una hora ya estaban todos más calmados, entonces
hicieron una ronda. Él les repartió pan, y antes de comer agradecieron a su
dios por esos alimentos. El niño de hace un rato se percató de que ese
xanderiano no era tan malo como decía la gente de su pueblo. Se acercó y
se sentó a su lado. Calius lo miró, y con una amable sonrisa, preguntó:
¿cómo te llamas, pequeño?


—¡Me!... ¡Me llamo Baliat! —respondió este, perdiendo poco a
poco la timidez.


—Bueno, Baliat... —Calius extendió el brazo y señaló a los que
estaban comiendo felices en la ronda—. ¿Ves a esos niños?


—Sí.
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