—Bien... Desde ahora ellos serán tus hermanos, y debes cuidarlos
mucho. Serán una familia para ti y yo seré tu amigo. No dejaré que les falte
nada... Siempre los protegeré.
Baliat comenzó a lagrimear. Metió grandes trozos de pan a su boca,
llenándola hasta que se le inflaran sus cachetes. El pequeño, con el ceño
fruncido, intentaba parecer fuerte, pero sus mocos y sus lágrimas no lo
ayudaban. Calius se llenó de ternura al mirar su reacción, así que sacudió el
cabello del chico y empezó a reír.
—¡Eres muy valiente, Baliat!
LA EMBOSCADA
[AÑO 317 d. del p. R.]
Transcurrieron dos años. Calius iba a la cueva en secreto y de
manera constante. Robaba la comida de los soldados para poder dar de
comer a los niños. Ellos lo veían como la única figura paterna que tenían.
Para conservar los alimentos, enterraban la comida en hoyos que cavaban
cerca del arroyo. Así sobrevivieron todo ese tiempo. Los más grandes
heredaban su ropa a los más pequeños. Él rescataba las prendas de las casas
que fueron saqueadas por los militares.
Los xanderianos comenzaron a sospechar de su comportamiento y
de sus constantes recorridos. Además, muchos soldados se quejaron de que
no tenían el suficiente suministro de alimentos. Entonces un día decidieron
seguirlo y lo emboscaron frente a la entrada de la cueva.
—¡Conque tú eres la rata que robaba la comida de mis hombres! —
expresó disgustado un líder militar.
Al lado suyo estaban tres subordinados muy enojados, además de
dos decepcionados xanderianos. Frente a los arbustos, dos soldados más
miraban la escena, aunque ninguno de ellos se percató de la cueva.
—¡Hermano Calius! ¡¿Cómo pudo hacer esto!? —preguntó un
xanderiano con indignación.
Él solo permanecía en silencio. Los militares hicieron que se
postrara de rodillas. El general le dio una patada en la boca.