—Si, ¿cuál? —preguntó Boldort, un poco cansado y mareado por el
vino.
—Es acerca de los Orains... ¿Cómo es que no se sabe nada de ellos
si supuestamente todavía viven en Astoriu?
—Bien, les cuento. Más o menos en el año 370, cuando por fin
terminaron de construir sus muros, el emperador hizo un trato con los
Orains. El pacto consistía en que ellos jamás serían molestados por los
eumarios, a cambio de que dejaran un camino libre hasta el monumento de
Xander Raxán, ubicado en la entrada del búnker.
››Tras duras y largas negociaciones, por fin llegaron a un acuerdo.
Sin embargo, últimamente los militares del gobierno han estado haciendo
expediciones. Estos dijeron haber visto a hombres colosos de color naranja,
pero, para poder tapar ese hueco histórico, el gobierno simplemente
desmintió cada uno de esos testimonios, tildándolos de meras
especulaciones.
—¡Ah!... Ya veo —dijo Samuel finalmente.
—Bueno, ¡Ahora sí!... ¡A dormir! Mañana les daré sus uniformes
para la misión. ¡Que descansen!
Boldort se retiró de la habitación y cada uno se fue a su respectiva
cama. Samuel se veía inquieto; le incomodaba estar en medio de los dos.
Esmeralda descansó sin mucha dificultad al igual que Morgan. Después de
un tiempo, los tres ya sucumbieron al sueño. Una hora después, Boldort
entró al salón y despertó a Morgan; quien abrió los ojos rápidamente. Ante
esa reacción, el Raxán le hizo señas con el dedo para que guardara silencio.
—¿Podrías venir conmigo un momento? —Boldort susurraba para
no despertar a los demás—. Necesito hablarte de algo importante.
Ambos fueron a otra habitación.
—Hay algo más que mi abuelo me dijo, y quiero que tú lo sepas.
Ellos conversaron por un largo rato. El muchacho quedó bastante
intrigado por lo que Boldort le relató. Luego de eso, se despidieron y
Morgan volvió a su cama, cubriéndose con las sábanas y cerrando los ojos.
El limario debatía consigo mismo.