—¡Debemos llamar a los chicos! —dijo ella saliendo rápidamente
de la sala de control.
Corrió en busca de Morgan y Samuel, quienes todavía estaban en el
comedor.
Los chicos desayunaban tranquilamente uno al lado del otro. Frente
a Morgan había un plato blanco que contenía pan con mantequilla de maní
y un vaso de leche. Sam sostenía una taza de café. No hablaban entre ellos.
Mientras que uno se encontraba inmerso en sus pensamientos,
recordando la conversación con Boldort y la extraña visión que tuvo cuando
recuperaba sus recuerdos, el otro no dejaba de pensar en Esmeralda y en
Morgan; él creía que entre esos dos había una conexión especial.
Finalmente Sam decidió romper el silencio y despejar ese ambiente
taciturno. Entonces dijo: Morgan, tengo una pregunta para ti.
—¿Eh? Sí... ¿Qué pasa, Sam?
—E-Es acerca de Esmeralda. ¿Qué piensas de ella?
—¿Esmeralda? Bueno, a pesar de que mató a sangre fría a dos
policías... me parece una chica interesante. —Morgan dio un mordisco a su
pan—. Creo que sufrió tanto como yo. Así que no puedo juzgar sus
acciones.
Samuel se sonrojó al escuchar eso, y su rostro se tornó triste.
Entonces expresó: dicen que los que compartieron experiencias traumáticas,
en el futuro se vuelven más cercanos.
—¿En verdad? No lo sabía. Supongo que tenemos esa cercanía,
digo, los dos somos pigmentados y nuestros padres se conocían. Además,
nuestra genética es similar.
››Eso sin mencionar el hecho de que ambos fuimos las ratas de
laboratorio de Caluti. Así que supongo que tienes razón; ella y yo somos
bastantes cercanos.
Samuel cerró el puño de la mano derecha y frunció el ceño. Morgan
no se percató de nada.
—Y dime... ¿Cómo la ves a ella?
—Con los ojos —bromeó Morgan.