Los tres pulsaron los respectivos botones, y sus cascos se activaron
de inmediato. Boldort se acercó a Sam.
—Como puedes ver, Samuel, tu casco es especial. Lo diseñé con un
pequeño hueco a la altura de tus ojos. Gracias a eso podrás usar esos lentes
tan peculiares que tienes.
—¡Increíble! ¡Calzan perfectamente! —dijo el chico bastante
sorprendido, luego agregó—: Pero..., ¿cómo logró hacer que el casco se
ajustara al diseño de mis lentes?
Boldort sonrió, y llevando el puño a su boca, tosió para disimular lo
que respondería. Entonces rápidamente dijo: pedí a Sully que escaneara sus
cuerpos mientras dormían.
—¡Ah!... Entien... ¡Espera! ¿¡Qué!? —Samuel comenzó a titubear
avergonzado—. ¡E-Esa...! ¡Esa es una violación a nuestra privacidad, y va
en contra de nuestra intimidad!
—Como sea, no tenemos mucho tiempo —expresó Esmeralda sin
darle importancia al asunto.
—Ella tiene razón —dijo Boldort llevando sus manos hacia atrás.
Este les dio la espalda y caminó en dirección a la pared vacía, diciendo—:
Síganme, hay algo que quiero mostrarles.
La chica tomó un bolso negro, cargó en él las pistolas de plasma y
algunos artefactos más. Ellos lo siguieron sin hacer preguntas. Boldort
presionó un botón y la pared metálica se abrió mostrando un pasadizo
secreto. Todos quedaron asombrados, incluso a Esmeralda le sorprendió ese
escondite.
—Viejo inútil... ¿Hay algo más dentro de estas instalaciones que no
me hayas dicho? —preguntó ella enojada.
—Lo siento, niña. Mi silencio y mis secretos son las únicas
garantías que tengo para seguir con vida.
Las paredes del pasillo poseían unas pequeñas bombillas ovaladas
que reflectaban una tenue luz de color naranja. Los tres chicos caminaban
con cierta incertidumbre. Llegaron a una entrada con puertas plateadas
similares a las de los ascensores. Boldort comenzó a explicar.
—Hace muchos años, cuando construí estas instalaciones, fui
contratando a diferentes diseñadores y constructores, pero ni siquiera ellos