—No importa, caballeros. Lo esperaremos diez minutos más.
Posiblemente el señor Ernest no tardará en lleg...
—¡Ya estoy aquí! —exclamó Caluti desde la entrada.
Návila se había quedado en la sala de espera, un piso más abajo.
Todos voltearon a verlo sin lograr reconocer al magnate. Este
caminó a pasos lentos en dirección al emperador.
—¡Qué bueno, señor Ernest! ¡Solo faltaba usted! Ahora ya
podremos empezar la asamblea. —Dorgan lo miró con una sonrisa inocente,
luego extendió el brazo hacia la única silla vacía que quedaba—. Por favor,
tome asiento.
Boldort apoyó ambos codos sobre la mesa, entrelazando sus manos
y reposando su barbilla sobre sus dedos.
Francisco... jamás creí que te vería de nuevo, pensó mientras
escuchaba las pisadas de Caluti.
Magnus les había informado los detalles unos minutos antes, por
eso, el Raxán del ojo parchado era el único dentro de ese salón que conocía
la verdadera identidad del impostor que lucía como Ernest.
Caluti se sentó y observó a Boldort detenidamente. Ambos estaban
sentados el uno frente al otro. Sus miradas se cruzaron, y los dos dijeron
dentro de sí.
Nos volvemos a ver... viejo amigo.