terminaron muriendo. El energúmeno hombre de cabello negro, solamente
dejó con vida a Boldort y a Celia.
La habitación pasó de estar reluciente, a quedar completamente
manchada de sangre Raxán. La gobernante temblaba en el suelo mientras
veía horrorizada a todos sus colegas muertos. Ella, movida por el miedo a
morir, corrió rápidamente para intentar abrir la puerta, pero la entrada
estaba bloqueada por fuera. Caluti se acercó a Boldort, y le ordenó a que se
levante apuntándolo en la cabeza. El Raxán simplemente asintió
incorporándose lentamente con una expresión de temor en el rostro.
—Ha pasado mucho tiempo, Boldort —dijo Caluti.
—Francisco... ¡Mi sobrino Dorgan era inocente! ¡Él no sabía nada
de esto! ¡Solamente era un títere de los otros Raxanes! —Boldort se veía
devastado y su voz estaba quebrada por lo sucedido—. ¡Él era un buen
hombre!... ¡Solo deseaba lo mejor para su nación! ¡Mi sobrino era un buen
emperador!
Caluti frunció el ceño y comenzó a explicar con furia.
—¡¿Y qué me dices de los miles de pigmentados que murieron en
esa estúpida guerra?! ¡Ellos también eran inocentes!
—¡Lo sé! —El Raxán lagrimeaba de la impotencia—. ¡Pero en tu
búsqueda de venganza y supuesta justicia, te convertiste en un asesino!...
››¡Tú has cometido el mismo error que aquellas personas de hace
doscientos años! ¡El odio te cegó completamente, Francisco!... ¡Y no
necesito ambos ojos para darme cuenta de eso!
Los dos se miraban directamente el uno al otro. Caluti seguía
apuntándolo con sus armas, mientras Boldort continuaba hablando.
—Nuestro mayor error es juzgar a toda una nación por los errores
que cometieron nuestros antepasados. Francisco, ¡¿acaso no entiendes que
las personas de ahora no son culpables por los crímenes de sus ancestros?!
¿En verdad quieres abrir una herida que ya sanó?
—¡¿Una herida que sanó?! ¡¿De qué demonios estás hablando?! —
Las venas de Caluti comenzaron a marcarse en sus sienes—. ¡¿Ya has visto
cómo están las personas del noroeste?! ¡¿Eres consciente de las
paupérrimas condiciones en las que viven?!