—Maldición... —dijo Cleman luego de haber escuchado e
interpretado esas líneas. El hombre se cubrió el rostro, y con frustración,
agregó—: Creo que Atle, Doctan y Lupedia, están siendo destruidas ahora
mismo.
››Por lo menos eso significa que los reos ya se encuentran bastante
lejos. Pero aun así debemos estar en alerta, no podemos bajar la guardia.
Ellos transitaban lentamente por las calles destrozadas intentando no
llamar la atención ni hacer mucho ruido. Por esa misma razón, Cleman ya
había apagado las luces y las sirenas. De vez en cuando veían a algún otro
civil correr y esconderse entre los callejones. En otras ocasiones, un gato
desorientado o algún perro asustado eran los motivos de sus paranoias.
Afortunadamente para los tres, ya no había rastro de ningún preso.
—P-Por favor, gire en esa calle a la izquierda —expresó Samuel con
la voz quebrada.
Ver a tanta gente muerta y quemada lo impactó en gran manera. El
chico poco a poco se empezaba a formar una terrible idea dentro de su
cabeza; la idea de que su abuela no había sobrevivido. Llegaron a una gran
casa amurallada. Los portones blancos estaban volcados como si hubieran
sido derribados con violencia.
Ingresaron lentamente con el vehículo, y observaron un gran jardín
con muchos sillones manchados de sangre. El extenso patio verde se
encontraba lleno de ancianos y jóvenes muertos. Muchos de los cadáveres
se hallaban desmembrados; algunos sin piernas, otros sin brazos, y varios
decapitados sin rastro de sus cabezas por ningún lado.
—¡Por el amor del Santo Raxán! —comentó Belton estupefacto.
El detective ya estaba acostumbrado a ver ese tipo de cosas gracias a
su oficio, pero nunca lo había vivido a escalas de tan altas proporciones.
Los casos que Robert solía tomar se asemejaban en brutalidad, sin embargo,
lo que estaba observando en ese momento simplemente superaba lo
inhumano. Cleman comenzó a replantearse el significado de la palabra
crueldad.
Ellos estacionaron frente a la entrada de la mansión. La fachada era
de dos plantas y estaba pintada de color beige. Tanto las ventanas de la
derecha como la de la izquierda poseían marcos rosados, y había dos
grandes pilares blancos que servían de base para sujetar el techo de la