EUMARIA

(AV) #1

entrada principal, la cual también era rosada, y a la que se accedía a través
de cuatro largos peldaños.


Los tres bajaron con mucha precaución del vehículo. Cleman y
Belton sacaron sus pistolas de plasma y las posicionaron a la altura de sus
rostros. Los dos se miraron haciendo un gesto con la cabeza, e
inmediatamente asintieron en señal de confirmación. Belton se colocó a la
izquierda y el detective a la derecha, ambos apoyaron sus espaldas contra la
pared beige teñida de rojo. Entonces observaron que por la puerta había
rasguños y manchas de sangre con formas de manos humanas.
—¡Mocoso!... ¡Ponte detrás de mí! —Le gritó Cleman en voz baja.
Samuel se encontraba inmerso en sus pensamientos, así que
obedeció al detective por puro instinto; era como si él ya no estuviera
dentro de sí. Sam continuaba pensando en su abuela, pues sabía que
probablemente ella no seguiría con vida.


¿Qué fue lo último que le dije?... Ni siquiera lo recuerdo... Yo... soy
el peor nieto. Encargué a mi amiga Lujan para que la cuide pensando que
aquí estaría a salvo, pero una vez más lo eché todo a perder, pensó.
Los agentes se miraron fijamente y asintieron al mismo tiempo.
Entonces el detective hizo una cuenta regresiva con sus dedos para que
ambos entraran a la cuenta de tres. Una vez que Cleman bajó su tercer dedo,
este pateó la puerta y se hizo a un lado. Belton ingresó rápidamente y
apuntando con vehemencia alrededor. El agente caminó hacia el centro del
lugar. Este vio que todo estaba desordenado, observó a cinco cadáveres en
el piso de madera; tres jóvenes y dos ancianos con las cabezas destrozadas.


El piso parquet estaba lleno de manchas carmesí y de balas usadas.
También se veían sillas de ruedas abandonadas, objetos destrozados, y
vidrios rotos esparcidos por doquier. Una vez que Belton corroboró atónito
esa zona, este apuntó hacia las entradas de la derecha y la izquierda
respectivamente, también lo hizo en dirección al balcón interno del segundo
piso, al cual se accedía a través de una gran escalera encorvada de madera.


—¡Despejado! —gritó Belton.
Cleman ingresó al instante con Samuel, quien todavía se encontraba
perdido en sus pensamientos de culpabilidad. Robert ya se había percatado
de su extraño comportamiento desde que llegaron al lugar. Entonces tomó
al chico y lo empujó presionando su espalda contra la pared. Cuando

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