atrás.
—¡Abuelaaaaaa! ¡Abue...
—¡Cállate, mocoso!... ¡Maldita sea! —Lo interrumpió el detective
Cleman.
Samuel volvió en sí inmediatamente tras ese grito, con el rostro
expresando desconsuelo y decepción al entender que nada de eso había sido
un sueño.
—Sam... ya estás a salvo —dijo Esmeralda en voz baja, mientras el
chico caía lentamente de rodillas.
En su mente volvió la imagen ensangrentada de aquel reo
pigmentado con un montón de agujeros en el pecho. Sam miró sus manos
con temblor y asco, entendiendo que él había sido el artífice de esas
brutales puñaladas. De repente sintió náuseas y se cubrió la boca, por lo que
Návila le acercó rápidamente una cubeta. El chico empezó a vomitar.
Esmeralda frotaba compasivamente su espalda mientras los demás lo
observaban con lástima. Una vez que logró tranquilizarse, Cleman se acercó
a él y le extendió una pulsera inteligente.
—Al fin despiertas, muchacho. Lamento haberte gritado. Yo...
necesito que veas esto.
Sam se limpió la boca y tomó el reloj. El chico se quedó mirándolo
con dudas, hasta que finalmente decidió presionar el botón. De inmediato
una pantalla flotante se desplegó, y en ella se veía un archivo de video con
el título MENSAJE PARA SAMUEL. El joven tragó saliva y pulsó en el
archivo después de unos segundos.
El video se reprodujo, y en él se podía apreciar a Lujan y a la
anciana sentada atrás en la cama. Su amiga se veía bastante alterada,
mientras que en el fondo se escuchaban gritos, disturbios y disparos. La
abuela de Sam, sin embargo, estaba relajada leyendo un libro para ciegos.
Lujan se alejó de la mujer para que esta no la escuchara.
—Samuel, si alguna vez llegaras a ver esto, te pido sinceramente
que me perdones. Aquí todo se volvió un completo caos.
La joven intentaba no llorar, pero su voz ya se oía quebrada en el
video.