—. Si solamente pudiéramos usar esta tecnología en su contra..., quizás así
tendríamos una oportunidad.
—Yo también lo creo —comentó ella mientras caminaba hacia las
pantallas holográficas.
—Por cierto, Esmeralda, en uno de los depósitos encontré
explosivos —confesó Lu.
—Explosivos, ¿y cómo lo sabes? —preguntó la chica sorprendida.
—Lo sé porque también había en el cuartel del señor Caluti.
—Qué extraño... ¿Por qué Boldort las tendría consigo? ¡Hay tantas
cosas que ese viejo borracho no me dijo!
—No lo sé, pero creo que nos servirán mucho, así que es un punto a
nuestro favor —afirmó él con seguridad.
—Bien..., si tú lo dices, intenta darle un buen uso.
—Lo haré —dijo el gemelo con una sonrisa.
Los agentes inspeccionaban con cuidado las armas de fuego. Belton,
al ver una ametralladora de mano, recordó el momento en el que fueron
asechados por los reos pigmentados.
DOS DÍAS ANTES—¡Carajos!... ¡Estamos rodeados! —Se quejaba Cleman.
—¡Robert!... ¡Ya no me quedan plasmas!, ¿¡y a ti!?
—¡Demonios!... ¡A mí solamente me queda una descarga!
¡Moriremos aquí, amigo! ¡¡Es nuestro fin!!
Ambos se agachaban y se resguardaban dentro del vehículo. El
automóvil estaba siendo zarandeado por los pigmentados, mientras Samuel
se hallaba inconsciente al lado de Cleman. Por otro lado, Belton se
encontraba en el asiento trasero con la anciana muerta. De repente, el
agente vio el arma que había guardado unas horas antes; era una pequeña
ametralladora.
—¡Usaré mi último plasma! —exclamó el detective.
—¡No! ¡Espera, Robert!... ¡Tengo una idea! —Le gritó Belton
mostrándole la ametralladora corta.