EUMARIA

(AV) #1

Escuchó que el asesino era un tal Edward y que le apasionaban las
maras; esas peleas clandestinas. Desde entonces Kun frecuentaba esos
lugares buscando toparse con él. Durante todo un año estuvo peleando en
las maras sin perder una sola pelea. Ningún oponente nunca pudo siquiera
tocarlo. Kun los derrotaba con dos o tres golpes sin importar qué tan
grandes o fuertes eran sus contrincantes. Todos quedaban sorprendidos por
la fuerza del chico y por lo relajado que parecía en todas sus peleas. Jamás
decía una sola palabra. Se ganó el sobrenombre de Cabello de sangre por su
tono de color particular.


Kun siempre tendía la mano a sus oponentes después de derrotarlos;
era bastante respetado y admirado. Aunque muchos no comprendían porqué
siempre llevaba puestos sus auriculares durante las peleas. Se sabía que
escuchaba música, pero lo raro era que ni siquiera se los quitaba para pelear.


Tres días antes de la reunión de Caluti en la universidad por lo
acontecido con Morgan, Kun se encontraba en una de las maras en Carmesí.
Lamentablemente su oponente le pidió hacer algo por lo cual se
arrepentiría.


—¡Oye, Cabello de sangre! Se me hace raro que siempre lleves los
auriculares puestos... ¡Pelea sin ellos! —dijo su contrincante haciéndole
señas con las manos para que se los quitara.


Ambos se encontraban dentro de un recinto enjaulado, rodeados de
rejas metálicas. Justo cuando la puerta se cerró con un sonido de candado,
Kun comenzó a temblar. El chico, entendiendo el gesto de su oponente, se
quitó lentamente los auriculares, colocó el reproductor en su bolsillo y
atacó. Por lo general, esperaba a que sus adversarios atacaran primero, pero
en esa ocasión, él lanzó el primer golpe. Sus movimientos eran ágiles. Tenía
el ceño fruncido y los ojos ardientes de furia.


Su contrincante no tuvo la oportunidad de reaccionar. Kun lo derribó
y lo golpeó sin piedad hasta dejarlo inconsciente. El rostro del peleador
quedó destrozado, completamente irreconocible. Fueron necesarios veinte
hombres para calmar al joven, quien finalmente se tranquilizó cuando le
devolvieron sus auriculares.

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