REPRIMIENDO LA IRA
Dos días después, el chico se encontraba en el cuartel, sentado en
una silla metálica con cadenas en las muñecas y dos guardias a su lado. La
habitación estaba completamente cerrada con una única puerta corrediza en
el centro y parlantes en los costados. Kun llevaba puestos sus auriculares,
mirando sus manos como si fueran armas peligrosas.
Magnus y Caluti lo vigilaban desde el observatorio de la sala de
control, equipada con pantallas, computadoras y micrófonos avanzados.
—La pelea fue registrada por las cámaras del lugar —dijo el doctor,
señalando una de las pantallas en la computadora. Luego, añadió—:
Todavía no logro comprender cómo es que el Pilar de Carmesí sigue
permitiendo este tipo de actividades. Teniendo en cuenta que incluso
existen estas pruebas en video.
—Todo es un negocio, doctor Magnus. Las maras son un
entretenimiento barato para los de arriba. Es como ver peleas de ratas
matándose unas a otras por un poco de pan.
—Esa es una cruel comparación —comentó el doctor.
—Ya sabe cómo soy —dijo finalmente el magnate mientras
observaba el video con los ojos sorprendidos, mostrando a la vez una
mezcla de satisfacción y miedo en su expresión.
Caluti caminó unos pasos hasta el micrófono y sus palabras
resonaron a través de los parlantes.
—Quítenle los auriculares y las cadenas.
Los guardias obedecieron de inmediato y el magnate continuó
hablando.
—Muchacho, solo quiero que sepas que no estás en problemas.
Moví mis influencias para limpiar lo que sucedió hace dos días en Carmesí.
Kun seguía sin inmutarse mientras Caluti seguía explicando.
—El hombre a quien atacaste tenía varios antecedentes y una orden
de captura por dos asesinatos. Poseía, además, una denuncia por maltrato