Su esposa y su hija corrieron inmediatamente a abrazarlo. Ambas se
mancharon con su sangre mientras sollozaban y vociferaban de alegría.
—¡¡Papá!!... ¡¡No puedo creer que estás bien!!
—¡¡Querido!! ¡¡Dime que esto no es un sueño!! —exclamó Susan al
palpar incrédula el rostro de su marido.
Esmeralda dibujó una leve sonrisa cuando vio esa escena, pero
cambió rápidamente su expresión al percatarse de que Návila la miraba con
ternura.
—¿Qué estás viendo, maldita zorra? —preguntó ella con vergüenza.
—No, es solo que... —La mujer sonrió amablemente—. Veo que no
eres tan dura como aparentas... Samuel y los demás tienen suerte de tenerte.
Ella se sonrojó aún más al oír eso.
—¡Deja de decir estupideces y recoge esas maletas!
Después de exigirle eso, Esmeralda se acercó a Lu, y allí tuvieron
una corta conversación. Návila los observaba, y antes de recoger el
equipaje, se acercó a ambos de repente.
—Iré a corroborar la zona porque el lugar debe ser peligroso.
Volveré en unos minutos.
—Yo ya lo he hecho hace rato..., pero nunca está demás echarle un
segundo vistazo, ¿verdad? —Le contestó Lu con su habitual sonrisa. Luego,
mirando a los otros hombres del grupo, el joven añadió—: Señores,
¿podrían llevar a estas personas hasta la fábrica, por favor?
—¿Qu... Quiénes son ustedes? —preguntó Abigail mientras se ponía
de pie.
Zilak, quien todavía se hallaba en el suelo, se dispuso a explicarles
la razón de su visita.
—¿Conocen a un hombre llamado Boldort Raxán?, hemos venido
hasta aquí buscando a ese sujeto.
—Sí, lo conocemos, y realmente tenemos mucho de qué hablar —
contestó Esmeralda, quien, acercándose a Abigail, agregó—: Pero, miren a
su alrededor..., la mayoría estamos empapados de sangre. ¿Por qué no dejan
que los llevemos a un lugar más apropiado? Allí podrán darse una ducha y
relajarse.