oportunidad de pagar los medicamentos de Juliet.
—Me alegra escuchar eso... ¿Cómo está la pequeña July?
—¡Ella se encuentra muy bien, señor Francisco! ¡Sus tratamientos
ahora sí están funcionando! Pero el caso es que...
El joven hizo una pausa, pues tenía bastante vergüenza de hacer su
petición.
—Vamos, muchacho, no seas tímido... Pídeme lo que quieras, y veré
si puedo ayudarte.
Al oír eso, el chico suspiró profundamente.
—Hoy es su cumpleaños... y prometí regalarle una muñeca. Quisiera
saber si podría salir antes para retirar el regalo de una tienda cercana.
Además, estaba pensando en visitarla un poco más temprano en el hospital,
y así darle una sorpresa.
Caluti sonrió al escuchar el motivo.
—Está bien. Solo haz pasar a las mentes brillantes..., y te daré el
resto del día libre para visitar a tu hermana.
—¡Muchas gracias, Señor! —expresó el secretario con los ojos
brillosos, y haciendo una reverencia.
El chico llevó su mano al oído y ordenó a la recepcionista.
—Aprobado, los invitados pueden subir.
No hubo respuesta por parte de la mujer.
—¿Señorita?... ¿Me escucha? Le informo que ya puede hacer pasar
a los arquitectos.
Aún no había respuesta.
—Qué extraño —dijo el secretario confundido.
Las luces comenzaron a parpadear y el chico miraba al techo
intentando saber qué ocurría. Este seguía insistiendo por el transmisor, pero
nadie contestaba. Entonces caminó rápidamente y abrió uno de los cajones
del escritorio, sacando de allí el control de la pantalla apagada.
La encendió inmediatamente, y del susto, el joven soltó el
dispositivo dejándolo caer sobre la alfombra.
—¿Q-Qué... diablos? —dijo el pelirrojo estupefacto.