El chico había empezado a trabajar para Caluti luego de haber
terminado su curso de Secretariado Ejecutivo. Toda su familia murió en la
guerra civil de hace siete años, todos, excepto su pequeña hermana Juliet,
quien seguía un tratamiento médico debido a una enfermedad pulmonar.
La niña enfermó por causa del humo tóxico de los incendios. Tenía
nueve años, y el joven pagaba todos los gastos médicos. Ella era su única
razón para vivir. Él solo quería proteger y ver sonreír a la persona más
importante de su vida, pues la amaba más que a nadie en el mundo.
Mientras veía la puerta de la oficina cerrarse frente a él, este pensó
con los ojos llorosos.
Juliet, lo siento tanto, no podré regalarte... lo que te prome...
El secretario murió desangrado en ese mismo instante. Caluti seguía
mirando hacia la inmensa ventana, y luego de toser varias veces, hizo una
pregunta.
—¿Saben que las personas que asesinaron, son pigmentados al igual
que ustedes?
El magnate volteó su silla de ruedas con dificultad, y miró sonriendo
a las dos siluetas.
—Nunca pensé que los volvería a ver. Morgan, sí que has crecido
bastante y... ¡Oh! ¡Esmeralda!... —Caluti tosió—. Me impresionas... Ahora
eres toda una mujer.