Ambos seguían sentados en la oficina de Caluti, reflexionando
nostálgicos acerca de su pasado. Ella comenzó a hablar.
—Sabes, Morgan. Hace siete años..., Sam me contó lo que le dijiste.
—¿Sobre qué? —preguntó el limario con curiosidad.
—Le dijiste que mi relación con él era artificial.
—Lo siento —comentó él mirando al horizonte.
—¡No, no!... ¡No te disculpes! Creo que tenías razón.
Morgan inclinó la vista hacia su compañera. Ella siguió hablando
mientras observaba la gran ciudad.
—Yo era muy joven, y con dieciséis años nunca había
experimentado cosas como el amor o el romance. Fue estúpido enamorarme
en solo dos días. —Esta se empezó a reír—. Tal vez me influenciaron las
novelas que leía de niña.
››Al final..., soy la más tonta de todos, y siento vergüenza al
recordar lo ingenua que fui en ese entonces.
El limario suspiró nuevamente.
—Pienso que no debes avergonzarte por enamorarte, pues nadie
puede controlar eso.
Ella lo miró con sorpresa. Él continuó.
—Ahora creo que da igual la edad o la circunstancia en la que te
enamores. Solo piensa en el detective Cleman y en la señora Susan; ambos
se juntaron durante estos años, e incluso adoptaron a Cloe para formar una
hermosa familia.
—Tienes razón. ¿Quién lo diría? ¿Verdad? —comentó Esmeralda
con una sonrisa.
—Y si a ti te sorprende lo de Cleman y Susan... —Morgan hizo una
pausa—. A mí me sorprendió más lo de Abigail y Lucas. Desde que esos
dos comenzaron a hablar, de alguna manera brotó el amor entre ellos.
—Es cierto. Oye... ¿Realmente no te enojaste con Lucas? Pues, ya
sabes..., incluso están esperando su primer hijo.
—Ya les dije miles de veces que no. Yo en verdad estoy muy feliz
por ellos.
—Si tú lo dices —comentó ella mirándolo por el rabillo del ojo.
Luego suspiró sonriente, y agregó—: ¿Y qué hay de Lu? Desde que ese