entonces expresó—: Te haré una pregunta, y de acuerdo a tu respuesta,
decidiré si matarte o dejarte con vida. ¿Qué te parece?
Návila no dijo una sola palabra. Esmeralda se acercó más y se
agachó frente a ella.
—Si te dijera que hemos matado a Caluti, y te pidiera que
renunciaras a tu estúpida fidelidad hacia él... ¿Qué harías?
La mujer del ojo parchado miró a Esmeralda, y sin mediar palabra le
escupió en la cara. La emperatriz se empezó a reír cogiendo un pañuelo de
su bolsillo y limpiándose el rostro, e inmediatamente después de hacer eso,
esta pateó a Návila en su pecho.
—¡Maldita perra!... ¡¡Iba a dejarte vivir!!
Ella recuperó la compostura mientras que sus subordinados
levantaban a Návila del suelo, posicionándola de nuevo en su silla de
ruedas. Después de haberse tranquilizado, la emperatriz dio una orden.
—Muchachos, necesito que todos salgan de la habitación... Quiero
hablar a solas con esta mujer.
—¡A su orden! —gritaron al unísono sus ocho subordinados
presentes.
Una vez que todos se retiraron, Esmeralda miró a Návila con más
lástima que odio.
—Sabes, a pesar de que te detesto, admito que tenías el potencial
para llegar más lejos. Es una lástima que Caluti te haya usado para matar a
tanta gente.
—A veces es necesario el sacrificio de muchos... para lograr el
propósito de unos pocos —respondió Návila con el ceño fruncido y sin
ningún tipo de remordimiento.
Esmeralda dibujó una sonrisa al oírla.
—¿En verdad piensas eso? —Esta suspiró e hizo una pausa—.
Návila... ¿Sabes qué es lo irónico? Que tanto tú como yo no somos muy
distintas la una de la otra; ambas cometimos el error de ver las vidas de las
personas como a simples piezas reemplazables.