especies casi en su totalidad. Para bien o para mal, el búnker construido en
Sudamérica no poseía una de esas terribles máquinas, así que fue el único
en soportar las potentes bombas y las inundaciones.
LA VIDA SUBTERRÁNEA
Todo parecía ir bien; las personas que vivían en el búnker incluso
quisieron permanecer allí por el resto de sus vidas, pero algo muy malo
ocurrió. Dentro del inmenso grupo de gente, hubo infectados asintomáticos
que lograron infiltrarse. Fue cuestión de tiempo para que los primeros
nacimientos desarrollaran los síntomas.
Tuvieron muchos conflictos, hubo quienes querían que a los niños
se los matara a como dé lugar, pero había otros que intentaron convivir con
ellos. Existía un gran conflicto moral en esa nueva sociedad subterránea,
cuya dicotomía se basaba en si considerar a esos bebés como humanos, o
quitarles por completo la cualidad de especie. Algunos planteaban
deshumanizarlos para posteriormente poder matarlos, sin embargo, luego de
una larga reunión, decidieron que sería más viable la convivencia.
Al principio fue fácil, pero los grises eran muy fuertes y su aspecto
intimidaba demasiado a la gente que no estaba infectada. Así que, cierto
día, un joven que nació en el búnker, llamado Xander Raxán, sugirió que
los infectados debían permanecer allí, y los demás tendrían que salir al
mundo exterior, eso debido a la insostenible convivencia.
Esa propuesta fue aceptada por ambos grupos, pero familias enteras
quedaron separadas. Por ese mismo hecho, incluso Xander decidió
quedarse, ya que se había enamorado de una mujer asintomática. Él fue el
único no infectado que permaneció en el interior con esos seres grises.
Hicieron modificaciones para que el búnker solamente pudiera ser
abierto desde afuera, dichas estructuras duraron unos meses en construirse.
Xander sugirió que la fortaleza no se abriera nunca más, y todos estuvieron
de acuerdo, pero antes de sellarlo, entre llantos y gritos de despedida, un
hombre hizo algo que para los grises se consideró “el acto más vil y
despreciable”.