—Sucedió hace ocho meses. Todavía suelo tener pesadillas al pensar
en lo ocurrido. Los vecinos llamaron a los bomberos cuando vieron el fuego
en la casa de la familia Cruz.
››Eran las tres de la madrugada, cuando por fin lograron apagar las
llamas. Al ingresar... —El director hizo una pausa y volvió a suspirar—.
Los bomberos encontraron a toda la familia calcinada. La madre, el padre, y
los hermanos de la niña... estaban muertos.
—Aunque eso suele suceder; muchas personas mueren en los
incendios —argumentó Caluti.
—En efecto... —dijo el director. Este se puso de pie, y mirándolo
fijamente, agregó—: Pero, según los resultados de la autopsia... la familia
ya había muerto antes de que se iniciara el incendio; todos fueron
envenenados.
Caluti, con una expresión de asombro, preguntó: ¿dónde estaba la
niña en ese momento?
—Ella se encontraba en el sótano. Se la veía tranquila a pesar de que
en esa ocasión solamente tenía siete años. En el lugar había un pequeño
baño con una ventana en dirección al patio trasero. La niña estaba en la tina.
Cuando los bomberos lograron ingresar, quedaron sorprendidos al verla
jugar en el agua. Ella los saludó como si no pasaba nada.
››La arroparon y posteriormente le hicieron los estudios respectivos.
Encontraron marcas de heridas en su cuerpo, pero estas no correspondían al
incidente de aquel día; eran marcas viejas que ya habían sanado. Sin
embargo, lo más extraño era que, a excepción de esas antiguas lesiones,
todo estaba en orden; ella no tenía ningún rasguño, no presentaba
quemaduras, ni había inhalado humo. Parecía como... —El director tragó
saliva—. Parecía como si ella supiera que el fuego no llegaría hasta ahí.
Caluti empezó a demostrar cada vez más curiosidad.
—¿Se supo algo del responsable?
—No, nunca se encontró a ningún sospechoso. El caso fue
catalogado como un hecho accidental. En cuanto a la niña, como los
orfanatos estaban sobrepoblados, la escuela tuvo que hacerse cargo de su
cuidado. No hay datos de que tenga parientes cercanos ni lejanos. Es como
si ella no existiera.