—¿Qué cosa? —preguntó Caluti con intriga.
—Esos niños metieron a uno de sus compañeros en el congelador.
—Directora, ¿usted está hablando en serio?
—Lastimosamente sí —dijo ella. Luego añadió—: Los niños se
excusaron diciendo que el frío hacía más fuertes a las personas. Después de
eso los aislamos con el fin de proteger la integridad de sus compañeros.
Los ojos de Caluti se abrieron aún más, parecía emocionado.
—¿Puedo verlos?
—Claro, acompáñeme.
Caminaron por un largo pasillo. La directora mencionó la cantidad
de niños que la institución albergaba, relató el año de su fundación y cuál
era la misión del orfanato. Caluti no parecía interesado. Ella le comentó que
había muchos otros niños con mejores perfiles, sin embargo, él respondió
diciendo que prefería a los niños difíciles de tratar; explicando que esa clase
de infantes eran los que más valían la pena educar.
Para Caluti, las personas que sobrevivieron a situaciones trágicas
tenían un gran potencial. Él los comparó con el oro que primero debe pasar
por el fuego para quemar sus impurezas; alegando que las personas de igual
manera debían soportar las tragedias y las vicisitudes del destino con el
único fin de hacerse más fuertes, más valiosas, y excepcionales. Pues, según
él, mientras la gente veía a Lucas y Lu, como a simples pedazos de carbón,
él los contemplaba como piezas únicas de diamantes.
La directora lo escuchaba, estando asombrada por su metáfora.
—Es aquí, llegamos —dijo ella.
Entraron a la habitación y Caluti quedó sorprendido; sentía cómo se
le erizaba la piel.
—¡Ah! Olvidé mencionar que debe estar abrigado... —La mujer le
alcanzó una campera—. Tuvimos que instalarles un aire acondicionado más
potente. A los niños no les satisface la temperatura normal.
—Pero... aquí hace como dos grados —dijo el hombre frotándose
los brazos.