flotante, pero, de repente, Morgan simplemente dejó de llorar. El joven cayó
al suelo del susto, y en la caída golpeó accidentalmente la pulsera haciendo
que se cortara abruptamente la llamada. Morgan estaba paralizado por lo
que veía encima de su cama; era Bárbara acostada boca arriba.
Ella llevaba el uniforme de Atle, tenía los ojos cerrados, y uno de
sus brazos colgaba con bastante sangre brotando de la muñeca. El chico,
más asustado que nunca, veía cómo las gotas rojas manchaban poco a poco
el suelo de su habitación, formándose lentamente un charco viscoso y
rojizo. Él seguía en el piso con la mirada aterrada, y sus ojos incrédulos
estaban rojos por el llanto. Morgan pensaba que lo peor ya había ocurrido,
sin embargo, lo peor estaba justo frente a sus ojos; ver a Bárbara muerta
encima de su cama.
—¡Esto no está pasando! ¡¿Qué haré?! ¡¿Qué haré?! ¡¿Qué haré?!
—Se repetía mientras se tomaba del cabello.
Por temor no se acercó lo suficiente al cuerpo, pues lo único que
faltaba era que se lo acuse de matar a su compañera. Él estaba de rodillas
con la cabeza inclinada al suelo y con los ojos bien cerrados. Apretaba
fuertemente su cabello como si quisiera arrancárselo. Pensaba y pensaba,
pero por más vueltas que le daba al asunto, no encontraba ningún sentido a
lo que estaba ocurriendo.
El chico creía que todo era su culpa; que eran sus repentinos
episodios de amnesia los que lo condujeron a eso. En ese instante escuchó
una voz suave.
—Mor... gan...
Él joven alzó la vista y vio a Bárbara, quien lo miraba desde la
cama. Ella todavía estaba débil debido a que había perdido mucha sangre.
—¡Bárbara! —gritó este levantándose rápidamente y acercándose
con prisa hacia ella.
—Fue... ese... hombre de la reu... —suspiró finalmente la chica y
perdiendo de nuevo el conocimiento.
—¿¡Qué hombre!? ¡Bárbara!... ¡Responde! ¡Tengo que llevarte a la
enfermería!