El Mundo - 18.03.2020

(sharon) #1

EL MUNDO. MIÉRCOLES 18 DE MARZO DE 2020
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P R I M E R P L A N O


Cerrar un país no basta


JUAN MARTÍNEZ HERNÁNDEZ


te porque no se encuentran y hay de-
sabastecimiento: busquen, fabri-
quen, dediquen toda su energía y ca-
pacidad financiera a ello.
Hay que multiplicar por 10 o por
100 nuestra capacidad diagnóstica
actual y hacer PCR a todas los pa-
cientes con infecciones respiratorias
de cualquier gravedad, en aquellos
lugares donde haya transmisión co-
munitaria. Aislar obligatoriamente a
todos los pacientes con Covid-19 y
cuarentenar igualmente de forma
obligatoria a todos sus contactos.
Durante semanas, en los protocolos
se decía que los contactos podían ha-

cer vida normal, incluso con amigos.
Tenemos que conseguir que el
personal hospitalario aquejado de
sintomatología leve deje de venir al
hospital a seguir contagiando a com-
pañeros y pacientes, y contener la in-
fección con buena epidemiología.
Detección precoz, diagnóstico pre-
coz, aislamiento de los casos y cua-
rentena de los contactos, esa es la re-
ceta. Si bajamos los brazos estare-
mos condenados, y de nada habrá
servido parar un país entero.

Juan Martínez Hernández es experto
en Salud Pública de la OMC.

que no se hagan pruebas a los pa-
cientes con sintomatología leve. Este
es un grandísimo error que funciona-
rá como profecía autocumplida: si no
diagnosticamos bien, no aislaremos
bien a los pacientes y no haremos un
buen control de los contactos.
Por supuesto, hay que construir o
acondicionar grandes hospitales mo-

nográficos, con la ayuda del Ejército,
en lugar de centrifugar el problema
por todos los hospitales de la red,
destruyendo la sanidad actual.
Es monstruoso, intolerable, que
los protocolos vayan rebajando el
umbral de protección de los profesio-
nales y de utilización de los equipos
de protección individual, simplemen-

Cerrar un país no es suficiente para
frenar la epidemia por coronavirus
(SARS-CoV-2). Es más, si solo hace-
mos eso estaremos causando dolor
adicional al no verificarse mejoría en
las cifras de ingresos hospitalarios.
Cuando a vuelta de la festividad
de Reyes la gente contemplaba en la
distancia las noticias de un lejano
mercado de Wuhan y unos cuantos
casos de neumonía, yo sentí honda
preocupación. Y mi preocupación
provenía (y proviene) de que la ma-
yoría de los casos de enfermedad
causados por este virus son leves. Y
por lo tanto se deslizarían como are-
na entre los dedos y llegarían inad-
vertidamente a todo el planeta. Y por
lo tanto costaría toneladas de per-
suasión convencer al mundo de que
algo en principio liviano, podría lle-
gar a saturar los servicios de emer-
gencia, las camas hospitalarias y so-
bre todo los puestos en unidades de
cuidados intensivos. Ahora esto lo
sabe ya todo el mundo, del modo
más doloroso posible.
El pecado original de la mala ges-
tión de esta epidemia, no sólo en Es-
paña sino por casi toda Europa, no
fue un problema político sino técni-
co. En nuestro caso tiene su epicen-
tro el 30 de enero, en una reunión en
el Ministerio de Sanidad, en la que
varios técnicos –no sólo el que uste-
des piensan– sostuvieron, en contra
de mi opinión, que el nuevo corona-
virus es un agente del grupo 2. Yo
mantengo que es un agente del gru-
po 4. Y ahí radica todo. Esa es la cla-
ve de toda la mala gestión posterior.
Los microorganismos, de acuerdo
al RD 664/1997 se clasifican en cua-
tro grupos, siendo el cuarto el com-
puesto por aquellos que pueden oca-
sionar infección grave o mortal y
contra los que no hay ni vacuna ni
tratamiento. Es de libro. El nuevo co-
ronavirus es un agente del grupo 4.
Si se hubiera asumido eso desde
el principio, dado el potencial pandé-
mico del virus y la susceptibilidad
universal para sufrir la infección de
toda la Humanidad, habría que ha-
ber tomado aquel mismo día decisio-
nes pavorosas, como adquirir ingen-
tes cantidades de equipos de protec-
ción como los del ébola, construir o
acondicionar a toda velocidad cen-
tros monográficos independientes o
adquirir un gran número de equipos
de ventilación mecánica.
Pues bien, nada de eso se hizo en-
tonces, al aceptar la benignidad del
virus como una ventaja, cuando era
ciertamente su principal inconve-
niente. Y tampoco se hizo después
cuando explotó en Italia, y ya era
inevitable que de allí, dentro del es-
pacio europeo común, llegara en una
o dos semanas al resto del continen-
te y a Latinoamérica.
Este es el resumen de la historia y
para la Historia. Ahora las solucio-
nes, que se basan esencialmente en
no reiterar los errores.
Los protocolos recientemente re-
visados (van docenas de ellos) dicen


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