El Mundo - 03.04.2020

(lily) #1

EL MUNDO. VIERNES 3 DE ABRIL DE 2020
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P R I M E R P L A N O


He pasado muchas horas en estos días mirando
hacia abajo. Hoy hago el ejercicio en dirección
contraria y antes de estampar los ojos en el cielo
azulísimo he encontrado una cabeza de perro. El
perro de mi vecina del cuarto. Yo estoy en ayunas
y él está asomado. Por un momento hemos cami-
nado por la misma pendiente de la vida: calman-
do las ganas de exterior en el balcón. No ladra, só-
lo acusa un estado de observación revolucionario.
Profundo, animal, desconcertado. Nos miramos
muy de verdad. O, como poco, nos miramos. Ex-
traños los dos de encontrarnos en un contrapica-
do semejante. Lara me espera para desayunar.
Son las 10.03. Tengo una cierta sensación de so-
námbulo. Vigésimo primer día de confinamiento.
Hemos puesto la radio y al rato dan el parte luc-
tuoso del día. Es demasiado.
Otro subidón de muertos. No lo
comentamos ya. Basta con mi-
rarnos. A nosotros nos vale cru-
zar los ojos para saber darle un
fin verdadero al mundo. Cosas
de pareja. Estamos los dos vesti-
dos con más costumbre que es-
mero. A los balcones ha llegado
un sol que va cobrando realidad
según estás debajo. En la Plaza
de Ópera no se aprecian rastros
de vida y más que una escena
idílica este vacío delata una cer-
teza violenta, un maleficio.
En el chat de los amigos del
periódico se abre una discusión
sobre la inoperancia del Gobier-
no. Son las 12.28 y algunos com-
pañeros irrumpen bien vitami-
nados desde primera hora. Las certezas rotundas
que soltamos tienen más de provisional que de ro-
tundo. Pero estos son momentos sin demasiada luz
para alumbrar casi nada y propensos a ofrecer so-
luciones malvas dirigiendo el presente con una su-
dadera. Personalmente tengo muy pocas certezas.
Si acaso sólo esta: cada mañana, desde hace dos
semanas, acumulamos demasiadas víctimas.
Hacía algo más de un año que no hablaba con
el periodista Antonio Arco, de La Verdad de Mur-
cia. Hemos intercambiado partes de guerra. El su-

yo es acogedor. Creo que la amistad nos beneficia.
He pensado mucho en esto mientras repasaba las
baldas de los CD. Cuántas cosas acumulamos,
cuántos periódicos atrasados en cada cosa de la
vida. Son las 14.09.
Pienso en que mañana será sábado. Los sábados
bajaba al Santos a mediodía. Solía sentarme en al-
guna de las mesas de la terraza con el reloj a punto
y solo, y me levantaba sin hora y con amigos. Ahora
algunos recuerdos de hace un mes tienen la condi-
ción de huella dactilar sobre una superficie de polvo.
Presiento cada día más la necesidad de todos por co-
brar realidad, porque no es posible que dentro de
una casa sucedan tantas cosas como queríamos, co-
mo soñamos, como necesitamos tocar. A mí me gus-
ta estar en la mía, pero ha llegado un momento en
que sólo me falta limpiar la neve-
ra por dentro para poner a cero
de nuevo el marcador, como da la
vuelta el cuentakilómetros de un
coche muy sobado.
A las 17.30 hago pruebas pa-
ra la radio, pero salen mal por-
que el programa de ordenador
no funciona. He puesto el disco
de Misa flamenca, uno de los
pilares del cante, en el que es-
tán Rafael Romero, El Gallina,
Chocolate, Pericón de Cádiz,
Pepe El Culata. Gloria bendita.
Casi escribo un poema, pero el
flamenco me ha apetecido más.
No sé porqué recuerdo de
golpe una anotación del diario
de Kafka, la del 2 de agosto de
1914: «Hoy Alemania ha decla-
rado la guerra a Rusia. Por la tarde me fui a na-
dar». De alguna manera, mi vida ahora mismo es-
tá bien acondicionada al espíritu de esas líneas. No
a lo que dicen, sino a cómo lo está diciendo. Con
ese espíritu relajado e imperturbable de quien pre-
fiere su pequeña rutina a una gran noticia.
Con Gerardo Marín hablo un buen rato. Al col-
gar son las 19.56. Lo anoto en el diario. Gerardo
es uno de esos tipos de los que no me quiero de-
sacostumbrar. Se casa en julio. El perro de mi ve-
cina se llama Max.

Un perro asomado a uno de los balcones en un edificio del centro de Madrid. ANTONIO LUCAS


En la plaza de Ópera no se aprecian rastros de vida y más
que una escena idílica este vacío delata una certeza violenta

INQUILINO DEL KM 0 (XXI)


ANTONIO LUCAS


El perro de


mi vecina


de los sanitarios. «Vamos abra los
ojos y míreme un poco», pide una
médica a una señora intubada.
«¿Qué necesita usted?», sonríe una
enfermera a otro paciente.
«Mi equipo está reaccionando bas-
tante bien, pero los próximos seis
meses veremos la realidad cuando
baje la adrenalina. Ahora vienes a
por un día más, pero llevamos dos
meses con cuatro horas de sueño al
día y lo que aún nos queda», afirma
Rosa Sanz, que apunta que «lo más
duro» es la vuelta a la vida diaria en
casa. «Estamos aislados en habita-
ciones sin ver a nuestras familias.
Cuando llegas a casa, te quitas la ro-
pa, la echas a lavar, te duchas y te
metes a tu habitación». Eso a los que
les sonríe la suerte. «Hay compañe-
ros viviendo en ho-
teles y trabajando
aquí a diario, que
tienen a sus hijos, a
sus hermanos y a
sus padres ingresa-
dos. Incluso algu-
nos saben que su
padre se va a morir
y aquí siguen», des-
taca sobre un equi-
po al que «por suer-
te» la situación no
ha superado.
Aunque casi to-
dos han pasado
momentos compli-
cados en las últi-
mas semanas, de
ahí el consejo de
«poner visión tú-
nel» para «mirar a
un paciente y no
lo que hay alrede-
dor» y la forma-
ción de parejas.
«No es casualidad,
es porque si uno
está mal, tiene a
alguien al lado pa-
ra apoyarse. Ade-
más, les he dicho
desde el primer
momento que si se
agobian, salgan un
poco fuera y se re-
lajen porque es
mejor parar cinco
minutos que estar
20 angustiado. Llo-
rar y manifestarse
es bueno pero fue-
ra de donde están
los pacientes», ar-
gumenta.
Pero en mitad de
esta crisis sanitaria también hay es-
pacio para la felicidad. «Si hay un
cumpleaños, lo celebramos y tra-
emos una tarta. Si alguien vuelve a
incorporarse tras la cuarenta o un
médico de otra especialidad viene a
ayudar, nos damos un aplauso. Es
positivo que estas cosas pasen», indi-
ca. Luego viene lo que cada profesio-
nal se lleva cuando sale por la puer-
ta del hospital. «Todos nos ponemos
siempre a revisar lo que hemos he-
cho con un paciente y ya les he dicho
que ahora no hagan eso porque son
muchos. Que cuando lleguen a casa,
descansen, no vean la tele porque te
encuentras los números y piensas
que no sirve de nada lo que haces,


que intenten despejarse viendo algu-
na película».
Y, a la mañana siguiente, otra
vez vuelta a la rutina para enfren-
tarse a la realidad del coronavirus
que en las urgencias del Hospital
Infanta Sofía todavía mantiene a
134 personas ingresadas. «Hemos
llegado a tener casi 170, así que la
cosa va mejorando, es una eviden-
cia que estamos ya en la meseta y
yo a día de hoy empiezo a ver un
poco la luz. Pero no cantemos vic-
toria antes de tiempo», incide Rosa
Sanz ante sus compañeros congre-
gados en torno a la mesa de reu-
nión antes de comenzar su trabajo.
Un trabajo que ha sido pautado
«milimétricamente» con hospitales
de toda España para establecer un
protocolo común,
explica la jefa de
Urgencias, que re-
marca que en su
equipo han inten-
tado ir por delante
de la epidemia.
«Siempre tenía-
mos un plan A,
plan B, plan C y
nos íbamos adap-
tando a lo que nos
venía en cada mo-
mento», resalta.
En esos planes
se incluye la divi-
sión entre pasillos
limpios –sin pa-
cientes– y pasillos
sucios –con pacien-
tes–. Una diferen-
ciación que tam-
bién han traslada-
do al interior de las
salas donde se en-
cuentran los enfer-
mos y donde los
sanitarios realizan
su trabajo con una
cinta rayada amari-
lla y negra sepa-
rando los espacios.
«A un lado pasa
una de las perso-
nas de la pareja pa-
ra tratar directa-
mente con el pa-
ciente con el
debido equipo de
protección, al otro
esta un compañero
por si hiciera falta
un refuerzo», indi-
ca mientras médi-
cos y enfermeros lo
ponen en práctica.
En el centro del espacio, la zona para
el cambio de vestuario. Allí están
también los ordenadores para com-
probar las historias clínicas de los pa-
cientes, que aún continúan llegando.
«Esto va a durar tiempo limitado y
las medidas de contención se han
notado muchísimo porque hay me-
nos contagio con el confinamiento.
Aunque llevamos desde finales de fe-
brero, casi dos meses, y mira cómo
están todavía las cosas», concluye
mirando al futuro con optimismo
porque, según dice, esta epidemia
«ha sacado lo mejor de nosotros mis-
mos». Por si no ha quedado claro,
Rosa lleva una inscripción en su pul-
sera puede leerse: «Nunca te rindas».

Todos presentes.
La primera parte de la
reunión consiste en
pasar lista entre el
personal. «Es como el
colegio», bromea una de
las médicas presentes.

Reparto de parejas.
El segundo paso se
centra en conformar las
parejas y distribuir al
personal en los distintos
espacios que conforman
las Urgencias del centro.
«Si hay problemas en
algún sitio, luego lo
cambiamos», apunta
Rosa Sanz en el proceso.

«Coged el material».
«Nadie sin sus
mascarillas», recuerda la
jefa a su equipo. «Saben
que siempre les echo la
bronca si veo que no
están protegidos, aunque
estén fuera», afirma.

Gel hidroalcohólico.
Antes de dar comienzo a
la jornada, los sanitarios
cumplen las medidas de
higiene y desinfectan su
atuendo y sus manos
cubiertas con guantes
con este líquido.

LA PREPARACIÓN
PARA EL TRABAJO
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