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Viernes, 3 de abril de 2020


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as cifras que ayer conocimos de
paro, afiliación y ERTE son ex-
traordinarias, tanto por su mag-
nitud como por sus causas. Estamos
en medio del sunami. No es el momen-
to de sacar conclusiones. Las cifras fi-
nales serán muy distintas.
Una parte de la historia ya está escri-
ta. Tenemos que contar con varios fac-
tores que inclinarán el balance final
hacia una catástrofe más duradera y
profunda de lo que tendría que haber
sido.
Aburre, pero conviene no olvidar-
las. La sordera del Gobierno a las sire-
nas de alarma; su tardanza en tomar
medidas por, según ellos, estar mal
aconsejados, o, según otros indicios,
por miedo a las encuestas o al escrache
del feminismo. Con consecuencias en
la crisis sanitaria, pero también en la
económica hay que apuntarle la falta
de reflejos para aprovisionar el siste-
ma sanitario pese a las advertencias
para acopiar material que, el popula-
cho conoció ayer gracias a la informa-
ción de Juanma Lamet en El Mundo,
pero que el Gobierno recibió de la
OMS y la UE en los momentos inicia-
les de la epidemia.
No hay evidencia más evidente, val-
ga la redundancia, de su falta de previ-
sión que los más de 15.000 sanitarios
contagiados. Les ha perjudicado a
ellos –algunos han muerto–; ha perju-
dicado al resto de los contagiados por-
que no han recibido la mejor atención
posible (aunque no me atrevo a afir-
marlo quizás, fuera causa decisiva en
alguna muerte); y ha perjudicado pro-
fundizando y alargando la crisis. Sin
perdón posible, cuando el Gobierno
decidió aprovisionarse ya era tarde.
Para después, todas las excusas valen,
la agresividad de los mercados, la espe-
culación de los precios, el proteccio-
nismo y la candidez de ir a comprar a
China sin saber que nunca nadie ha
conseguido engañar a un chino. Son
los mejores comerciantes del planeta.
Los vemos en sus tiendas que se multi-
plican por barrios. Siempre salen ga-
nando. Ese dicho, “le engañaron como
a un chino”, es un cuento chino.
Pero no toda la historia está escri-
ta. El final dependerá de cómo evolu-
cione la enfermedad, de que la reduc-
ción de la movilidad efectiva y rápida
alivie el sistema sanitario; del daño
que las medidas hagan en la econo-


mía, de lo que duren, de la oportuni-
dad del momento y la manera de le-
vantarse; de la solidaridad de los em-
presarios que, pudiendo, aguanten
hasta que el agua les llegue al cuello;
de que el Gobierno no pierda la pers-
pectiva de temporalidad de la situa-

ción; del aguante físico de la presión
de las autoridades con mando y su
sentido de la responsabilidad para
quitarse de en medio cuando no pue-
dan más. De otros factores que hoy no
soy capaz de vislumbrar y, por su-
puesto, de que la ciencia avance en

medicamentos eficaces y en la vacuna.
Háganme caso. No sirve de nada es-
candalizarse por la enormidad de la ci-
fra de parados o el vertiginoso descen-
so en las afiliaciones a la Seguridad So-
cial. Son una foto de una situación di-
námica. Con la misma razón, podemos

intuir, como el ministro Escrivá, que,
al final de la pandemia los puestos de
trabajo se recuperarán con rapidez e
intensidad; o augurar lo contrario, que
la mayoría de las personas afectadas
por los ERTE acabarán en el paro
cuando se cumplan los plazos legales.
O, como hago yo, que me limito a de-
sear –más no puedo– que esto acabe
pronto, de la mejor manera posible y
que la economía recupere cuanto an-
tes el ritmo de crecimiento y actividad
para que cree empleos.

LA ÚLTIMA PALABRA IGNACIO DE LA RICA


La historia está a medio escribir


Mucho más preocupantes son las ci-
fras del déficit público del año 2019,
que han pasado casi desapercibidas.
Como si en estos momentos de suna-
mi no tuvieran importancia... Entre-
mos –solo un momento– en el capítu-
lo de cifras, aunque aviso que son tan
enormes que es imposible interiori-
zarlas.
El déficit público ascendió a 32.882
millones de euros. La desviación so-
bre el objetivo inicial –acordado por
el Gobierno con la UE– fue de 16.600
millones y de 8.000 millones de euros
sobre la última estimación que el Go-
bierno mandó a Bruselas ya casi fina-
lizado el año. Según datos de la
AEAT, el error en la previsión de la
recaudación fiscal fue “solo” de 15.148
millones. Todo ello conseguido –¡hay
que proponérselo!– por un Gobierno
en funciones, pero en campaña elec-
toral.
¡Olvídense de las cifras! Todo el
mundo sabía el contexto de desacele-
ración de la economía española en
2019, pero el gobierno lo minusvalo-
raba aduciendo que crecíamos por
encima de la media “de los países de
nuestro entorno”. ¡Cierto! Pero los
países de nuestro entorno suelen
cumplir sus compromisos y nosotros
–nuestro Gobierno– nunca lo hace.
No son previsiones fallidas como
consecuencia de circunstancias im-
previsibles que empeoran la coyun-
tura. Son previsiones falseadas para
que ese Gobierno utilizara dinero pú-
blico para mal ganar las elecciones.

No hubo manera de convencer a los
electores de que el señor Sánchez de-
bía y merecía ser desahuciado de su
Palacio y volvió a ganar las elecciones.
La crisis del coronavirus nos ha pilla-
do con él al mando y, por desgracia,
no podemos presumir –todavía– de
haberla superado mejor que los paí-
ses de nuestro entorno.
Espero que la próxima vez que los
electores tengan que ir a las urnas,
sean conscientes de que la capacidad
de mentir de Sánchez destroza tam-
bién nuestra credibilidad en Europa.
Este daño no es temporal. Es un rejón
que llega a la médula a nuestra posi-
ción en Europa y anula nuestra capa-
cidad de exigir solidaridad y ayuda
cuando las cosas se tuercen.
Los patrioteros de nuevo cuño vie-
nen ahora con la copla de que los ri-

cos del norte –egoístas e insolidarios
como todos los ricos– ponen en ries-
go el proyecto europeo por no querer
asumir como suyas nuestras deudas
financieras. En román paladino, es lo
que España, Italia, Portugal y compa-
ñía piden con los famosos eurobonos.
Ahora les llaman coronabonos por-
que se emitirían para financiar los
costes de la pandemia.
Siento no ser patriotero, porque lo
que de verdad pienso es que el pro-
yecto de Europa nos lo estamos car-
gando los países que no somos capa-
ces de asumir compromisos y cum-
plirlos; es decir, los países que entien-
den el proyecto europeo como un ra-
sero para igualar a los europeos cepi-
llando a los ricos (países, empresas y
personas) para convertirles en po-
bres.

Soy patriota –viejo– porque siem-
pre he creído que el proyecto de Eu-
ropa es unir fuerzas para construir al-
go mejor entre todos y para todos, que
apuntarnos a ese proyecto debería
servir a España para mejorar como
país y que nuestro objetivo debería
ser liderar del proyecto, no chupar
del bote. La respuesta que el Gobier-
no Sánchez –el nuestro, el de Espa-
ña– merece es “déjense de cuentos
chinos y hagan Ustedes, con los paí-
ses como el suyo, su propio proyecto
europeo porque yo prefiero el mío”. A
pesar de todo, todavía confío en la pa-
ciencia de los países ricos.
En ese sentido, la rueda de prensa
de ayer del ministro Escrivá fue muy
decepcionante. Su currículo le acre-
ditaba como alguien que no oculta la
verdad por fea que sea. Son notorios
los gastos que la pandemia está oca-
sionando al Estado y más evidente se-
rá la caída de los ingresos en los próxi-
mos meses. Cuando le preguntaron
sobre como incidiría en el déficit pú-
blico, contestó que este déficit no
cuenta a efectos del compromiso con
la UE. Es verdad. Pero lo dijo dando a
entender que, como no cuenta, no tie-
ne mayor importancia. Eso no es cier-
to. Este déficit es tan déficit como
cualquier otro. No solo habrá que de-
volver cada uno de los euros que pi-
damos prestados en los mercados, si-
no que éstos ya están añadiendo un
buen puñado de puntos básicos a la
prima de riesgo de nuestras emisio-
nes. Sacar pasivos del balance puede
estar justificado en supuestos excep-
cionales o a efectos concretos, pero
nadie te perdona una deuda porque
no la contabilices.

Patrioterismo


de nuevo cuño


@laultimapalabr

La crisis del coronavirus nos ha pillado con él al mando.

Efe
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