El Mundo - 09.03.2019

(Michael S) #1

EL MUNDO. LUNES 9 DE MARZO DE 2020
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MUNDO i


DANIEL LOZANO CÚCUTA (COLOMBIA)^
«¿Quiénes sois venezolanas?». Las
embarazadas miran al recién llega-
do con escepticismo, sólo la más
lanzada se anima a levantar el de-
do, dispuesta a contar su historia
sin puntos seguidos. Son una vein-
tena, todas ellas evidencian que es-
tán a punto de dar a luz muy pron-
to, «si Dios quiere», que la coletilla
no puede faltar.
La poca consistencia del reporte-
ro obliga a repreguntar con firmeza
a una directiva del
Hospital Universitario
Erasmo Meoz de la
ciudad colombiana de
Cúcuta. Casi todas las
mujeres levantan la
mano, dispuestas a
confirmar que ya des-
de el año pasado el
80% de los partos en
la Maternidad de la
capital fronteriza es-
tán protagonizados
por venezolanas. Ro-
to el bloqueo comien-
za un largo rosario de
quejas, culminado
por las imprecaciones
de todos los colores al
ser preguntadas por
la noticia del momen-
to: la orden de Nico-
lás Maduro para que
cada una de ellas ten-
ga seis niños y así
«crezca la patria».
Una exigencia revolu-
cionaria acogida con
esa mezcla de indig-
nación y hastío que
resume la vida de las
venezolanas.
«Yo ya perdí a un
bebé en el Hospital
Central de Valencia
(tercera ciudad del
país, a dos horas de
Caracas). No me hi-
cieron pruebas, no ha-
bía medicinas, nada
de nada. Ahora estoy
aquí en Cúcuta y ven-
do tinto (café) en la
calle, me da para me-
dio comer. Y ya estoy
de 39 semanas. Me han cuidado du-
rante todo mi embarazo», explica
Naidel, de 24 años.
Las mujeres de la sala de espera
del hospital colombiano pulverizan
con sus relatos la ficción del Plan de


Parto Humanizado en el colapsado
sistema sanitario criollo, relanzado
por Nicolás Maduro horas antes.
«Yo he venido hasta aquí porque en
San Antonio (ciudad del estado de
Táchira, al otro lado de la frontera)
no hay nada de nada, ni siquiera
oxígeno. Fui con dolores allí y direc-
tamente me dijeron que lo mejor era
que viniese para acá», desvela a EL
MUNDO Máryori, de 19 años.
Un sólo día en la sala de partos
del Meoz descubre una de las piezas

más trágicas del puzle revoluciona-
rio. Chicas muy jóvenes, algunas
con 15 años recién cumplidos, mal
alimentadas, con infecciones y una
tasa pavorosa de sífilis, más del 30%
pese a ser una enfermedad que mu-

chos creían pasada de moda. Estas
mujeres han llegado hasta Cúcuta
desde su país, ya sea para parir o de
camino en busca de una vida mejor.
En 2016 sólo 212 venezolanas die-
ron a luz en este moderno hospital,
a años luz de los que agonizan en el
país petrolero. En 2017 subió a 734
y al año siguiente se disparó a 2.944.
Hasta que el año pasado se batieron
todos los récords, 5.300 venezolanas
durante los primeros 11 meses, fren-
te a las 1.697 colombianas.
«El cuadro con el que
llegan es terrible, empe-
zando por mujeres con
varios meses de gesta-
ción y una sola visita mé-
dica», confirma Ricardo
Ramírez, uno de los res-
ponsables. Sin controles
prenatales, sin vacunas,
sin nutrientes y tan mal
alimentadas que sus be-
bés «no tienen capaci-
dad de succión, no tie-
nen fuerza suficiente pa-
ra alimentarse del pecho
de su madre», añade
otra de las responsables.
Llegan sin ropas para los
recién nacidos, sin paña-
les, sin comida...
Y lo hacen desde los
puntos más lejanos, co-
mo la indígena pemón
que recorrió los 2.000 ki-
lómetros que separan la
frontera de Brasil de la
colombiana. «Un buen
número sólo vienen a
parir y luego se regre-
san», confirma Ramírez.
De momento, quien
no quiere pensar en otra
cosa que en su pequeño
recién nacido es Noel-
mar Galindo, de 18
años. Llegó a la frontera
desde su Cagua natal, a
100 kilómetros de Cara-
cas. Con su pareja se
instaló en la venezolana
San Antonio y todos los
días, junto a miles de
sus compatriotas, cruza
el Puente Internacional
Simón Bolívar para ven-
der agua y refrescos. El padre del
bebé carga maletas y bultos por las
trochas, los pasos clandestinos.
De momento, el bebé no tiene
nombre. Noelmar puja por llamarle
Liam mientras el padre quiere mez-

clar varios nombres familiares, cuyo
resultado parece la marca de un an-
tibiótico. «Aquí me han tratado muy
bien, pero en el futuro me gustaría
volver al lugar donde pertenezco»,
confiesa la jovencita. Un lugar don-

de las promesas presidenciales de
partos humanizados son sólo eso,
promesas.
«La revolución cree que hay que
repoblar el país y, para ello, que las
mujeres den a luz es un instrumen-
to para garantizarse una población
que le pueda dar legitimidad, por-
que además va a estar en la pobre-
za, convirtiéndose en mano de obra
gratuita para los esquemas de con-
trol social», desvela para EL MUN-
DO Luisa Kislinger, al frente de la
ONG Mujeres en Línea. La feminis-
ta avizora un instrumento perverso
del poder: el «clientelismo» de las
mujeres, «que por su desespera-
ción, por la falta de alimentos y tra-
bajo, terminan dependiendo de es-
tos esquemas sociales y, como es-
tán en las comunidades, terminan
realizando trabajo de control para
el Estado».

El exilio forzado


de las embarazadas


venezolanas


L La cifra de mujeres que huyen de la falta de atención médica bajo el


chavismo para dar a luz de forma segura en Colombia se dispara L El


80% de los partos en la fronteriza Cúcuta son de madres del país vecino


OBLIGADA A EMIGRAR. Noemar Galindo, de 18 años, acaba
de dar la luz en un hospital de Cúcuta por obligación: «En San
Antonio no nos atendían». Colombia aprobó hace un año la
doble nacionalidad a los venezolanos nacidos en el país. / D. L.

DANIEL LOZANO

Sala de la Maternidad del Hospital Felipe Guevara Rojas, en El Tigre, Venezuela. I. ALVARADO / REUTERS


Maduro pide a las
mujeres que tengan
seis niños para que
«crezca la patria»

«Yo ya perdí un bebé
en Venezuela. No me
hicieron pruebas, no
había medicinas»
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